El boxeador cubano Julio César La Cruz, doble campeón olímpico y cinco veces monarca mundial, volvió a demostrar que su gloria deportiva camina de la mano con su fidelidad al régimen. En una entrevista con el influencer venezolano Jesús Cazorla —conocido por su simpatía hacia el comunismo— el púgil declaró sin titubeos que sus únicos ídolos son Fidel Castro y su madre, Ana de la Caridad La Cruz Peraza.
El gesto no sorprende, pues Cazorla ya ha dado espacio en su programa a otros personajes del castrismo, como Sandro Castro, nieto del difunto dictador. Todo queda en familia ideológica.
Un historial deportivo marcado por la política
La Cruz es, sin duda, uno de los boxeadores más laureados que ha dado Cuba. Sus medallas lo avalan: dos oros olímpicos (Río 2016 y Tokio 2020), cinco títulos mundiales y un sinfín de coronas panamericanas y centroamericanas. Sin embargo, su cercanía con el poder lo convierte en un personaje polémico incluso dentro del propio gremio deportivo.
Muchos excompañeros del equipo nacional han criticado su actitud servil y no es para menos: mientras asegura que “no es político”, ocupa un asiento como diputado en la Asamblea Nacional y milita abiertamente en el Partido Comunista de Cuba.
El régimen, por supuesto, se lo agradece con privilegios que el pueblo nunca ve, como el famoso Mercedes-Benz que le otorgaron en una isla donde los deportistas y la gente común sobreviven entre carencias, colas y apagones.
Tokio 2020: el ring como tribuna del castrismo
Uno de los momentos más recordados de La Cruz ocurrió en los Juegos Olímpicos de Tokio, cuando al vencer al cubano nacionalizado español Emmanuel Reyes, lanzó su ya tristemente célebre grito: “¡Patria y Vida no! ¡Patria o Muerte, Venceremos!”.
Según él, fue su manera de responder a lo que calificó como un ambiente “político” en esa pelea: “Si él me ganaba, iba a gritar Patria y Vida. Eso va a quedar para la historia”, comentó en la entrevista.
Efectivamente quedó para la historia, pero no como él cree. Sus palabras llegaron justo cuando “Patria y Vida” se había convertido en himno de libertad y resistencia, símbolo de las protestas del 11J. Su consigna oficialista fue vista por miles de cubanos como una bofetada a quienes exigían un cambio real en la isla.
