El espeluznante caso del llamado “asesino caníbal” José Luis Fernández Torres volvió a estremecer a Santiago de Cuba este jueves, luego de que vecinos denunciaran que el hombre habría sido trasladado en la madrugada, bajo fuerte custodia policial, hasta el mismo edificio donde vivía. Todo apunta a que se trató de una “reconstrucción de los hechos”, aunque las autoridades, fieles a su estilo, guardan silencio absoluto.
Desde temprano, la barriada de Micro 3 estuvo tomada por un despliegue de la Guardia Operativa y altos mandos militares. Coroneles, mayores y tenientes se dejaron ver en la zona, confirmando con su sola presencia la dimensión política y policial del operativo. Para los residentes, aquello fue un espectáculo de poder, más que un acto de justicia.
Pero lo que más estremeció fueron los rumores de la madrugada. Vecinos aseguran que las autoridades sacaron nuevos restos humanos en un área cercana al mercadito y la panadería del barrio. Aunque no hay confirmación oficial, muchos relacionan el hallazgo con la desaparición de “Kukito”, un hombre muy conocido en la zona que solía beber y compartir con Fernández Torres, y que lleva meses sin aparecer.
El ambiente en Santiago es de pura tensión. La ciudad vive entre el miedo y el morbo, sin respuestas oficiales que aclaren lo sucedido. “No sabemos a quién sacaron, pero sí sabemos que la policía estaba en el edificio de ese hombre… y que Kukito sigue sin aparecer”, contó con angustia una vecina del barrio.
Lo que debería ser un proceso judicial transparente se ha convertido en un caldo de rumores, secretismo y terror colectivo. El régimen, en lugar de dar explicaciones claras, alimenta la incertidumbre con su silencio, dejando a los santiagueros en una especie de limbo donde nadie sabe hasta dónde llega la verdad ni qué otras atrocidades pueden salir a la luz.
Este caso ya se perfila como una de las páginas más macabras en la historia reciente de la ciudad. Y mientras la población exige justicia y claridad, el castrismo responde con lo de siempre: opacidad, control policial y propaganda vacía. Santiago de Cuba permanece en vilo, atrapada entre el miedo, los rumores y un crimen atroz que parece estar lejos de cerrarse.