El régimen volvió a desempolvar el viejo cuento de la “soberanía energética”, justo cuando Cuba atraviesa la peor crisis eléctrica de su historia reciente. Mientras la propaganda oficial habla de avances, el pueblo sobrevive a apagones de hasta 40 horas seguidas, una tortura diaria que ha desatado un malestar social sin precedentes.
El Ministerio de Energía y Minas presumió en redes sociales que ya funcionan 30 parques solares con una capacidad de apenas 21,8 MW, sumados a algo más de 500 MW en fuentes renovables y a la explotación de petróleo y gas nacional. Con ese discurso, aseguran que “el país avanza hacia la soberanía energética”.
Pero en la vida real pasa todo lo contrario. La propia Unión Eléctrica (UNE) reconoció que buena parte de las termoeléctricas llevan más de cuatro décadas trabajando sin recibir un mantenimiento serio, lo que provoca averías cada vez más frecuentes y prolongadas. El director de la UNE, Alfredo López Valdés, intentó justificarse diciendo que no han tenido “posibilidades financieras para resolver todos los problemas”. En otras palabras: el sistema está en ruinas y no hay ni dinero ni voluntad política para salvarlo.
El gobierno promete inversiones multimillonarias en 51 parques solares y sistemas de almacenamiento con baterías, pero esas promesas suenan huecas cuando el país entero sufre apagones masivos y la Central Termoeléctrica Antonio Guiteras —la más importante de la isla— está a punto de parar por mantenimiento.
Este discurso no es nuevo. Desde que Fidel Castro inventó la llamada “Revolución Energética” en 2005, los cubanos han escuchado una y otra vez el mismo cuento de ahorros, sustituciones tecnológicas y proyectos renovables que nunca llegan a nada. Dos décadas después, el saldo es el mismo: un sistema eléctrico colapsado, dependencia del petróleo importado y promesas que nunca se cumplen.
En las calles, la gente no se anda con rodeos. “Esto no es vida”, repiten miles de cubanos en redes sociales, denunciando que los están “matando en vida” con apagones que parecen interminables. Incluso periodistas oficialistas, como Yirmara Torres Hernández, han dejado escapar críticas, preguntándose cómo es posible sobrevivir con 28 horas sin luz por solo 2 de electricidad.
La indignación crece también por la desigualdad. Mientras el pueblo sufre apagones maratónicos, los dirigentes y sus familias tienen plantas eléctricas, combustible garantizado y refrigeradores llenos. Para colmo, todo el país sabe que el conglomerado militar GAESA maneja miles de millones de dólares en activos, mientras la UNE llora miseria y asegura no tener recursos para reparar las termoeléctricas.