El apagón masivo que mantiene a Cuba prácticamente a oscuras volvió a sacar a flote la fragilidad del sistema de salud en la isla, un sector que arrastra años de deterioro y abandono por culpa de la ineficiencia del régimen.
La propia viceministra de Salud Pública, Carilda Peña García, tuvo que admitir en la televisión oficial lo que ya saben médicos y pacientes: se suspendieron las cirugías programadas y otros procedimientos, porque apenas queda energía para atender urgencias y emergencias. Dicho en buen cubano: si no estás grave, tendrás que seguir esperando.
Peña explicó que, como “respuesta inmediata”, activaron protocolos para emergencias energéticas, revisando plantas eléctricas, bancos de oxígeno y sistemas de agua. Sin embargo, también reconoció que hay hospitales con menos de 24 horas de combustible disponible, lo cual demuestra lo crítica que es la situación en la práctica, aunque intente maquillar la realidad con frases oficiales.
Uno de los problemas más serios es el agua. Varias instituciones ya dependían de pipas antes del apagón debido a la sequía, y ahora la cosa se complicó aún más. “Si no hay energía para bombear, todo se vuelve un enredo”, admitió la funcionaria, tratando de justificar el caos con promesas de coordinación con Recursos Hidráulicos.
Sobre el oxígeno, aseguró que por el momento “no hay dificultades” porque existen reservas en cilindros, y hasta mencionó que los médicos saben ventilar manualmente a los pacientes en casos extremos. Una declaración que, más que tranquilizar, refleja lo precario del sistema: en pleno 2025, el régimen aún confía en que los doctores bombeen aire a mano para salvar vidas.
Las urgencias, según la versión oficial, siguen funcionando con ambulancias “disponibles”, aunque todos en la calle saben que esas ambulancias son pocas, viejas y muchas veces no llegan a tiempo. Mientras tanto, los pacientes con cirugías no urgentes están siendo pospuestos indefinidamente, y aquellos que dependen de hemodiálisis o tratamientos vitales dependen de traslados a centros que tengan mejores condiciones.
El discurso del régimen insiste en que la red hospitalaria mantiene “vitalidad”, como si la palabra fuera suficiente para esconder el colapso. Pero la realidad contradice el guion oficial. En Santiago de Cuba, el Hospital Clínico Quirúrgico Docente Ambrosio Grillo Portuondo tuvo que evacuar pacientes de terapia intensiva y casos quirúrgicos porque no había condiciones mínimas para atenderlos.
Una vez más, el pueblo paga las consecuencias del desastre energético y sanitario que el castrismo ha fabricado durante décadas. Mientras el régimen habla de protocolos y vitalidad, los cubanos viven en carne propia lo que significa enfermarse en un país donde ni siquiera la vida en un hospital está garantizada.