La termoeléctrica Antonio Guiteras, el buque insignia del sistema eléctrico cubano, volvió a hacer de las suyas este jueves: salió otra vez del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) apenas unas horas después de haber sincronizado, dejando claro que la supuesta “recuperación” no fue más que un espejismo.
La noticia fue confirmada por el periodista oficialista Lázaro Manuel Alonso, mientras el ministro de Energía y Minas trataba de apagar, no precisamente la crisis, sino la indignación, asegurando que el bloque estaba “en proceso de arranque”. Un discurso repetido que ya pocos se creen.
La reentrada parcial de la Guiteras, ocurrida a las 3:41 de la tarde, fue anunciada como un respiro después del quinto apagón masivo en menos de un año y el segundo solo en 2025. Pero esa alegría duró menos que un merengue en la puerta de un colegio: el bloque no aguantó y volvió a desconectarse, sumiendo a los cubanos en la incertidumbre habitual de cada día.
Los directivos de la planta habían presumido que en la parada anterior se hicieron más de 15 arreglos técnicos, desde lavado de calentadores hasta ajustes en bombas y reparaciones de hermeticidad. Según ellos, esas labores permitirían evitar otro mantenimiento. Sin embargo, la realidad volvió a demostrar lo contrario: la Guiteras es un símbolo de la fragilidad y el abandono del sistema eléctrico en Cuba.
Para el cubano de a pie, estos colapsos no son estadísticas ni partes oficiales. Son noches interminables de calor sin ventiladores, son alimentos que se pudren en el refri, es no poder cocinar o conservar una medicina. Cada apagón es un recordatorio de que en Cuba la vida se paraliza, mientras el régimen insiste en vender la mentira de que todo está bajo control.
El ciclo de apagones, sincronizaciones fallidas y promesas incumplidas se ha vuelto parte de la rutina. La paciencia del pueblo está desgastada y, aunque las autoridades intenten maquillar la crisis con tecnicismos, lo cierto es que lo único que falta es voluntad política para resolver el desastre.