La unidad 3 de la central termoeléctrica Carlos Manuel de Céspedes, en Cienfuegos, se cayó del sistema este jueves, dejando al Sistema Eléctrico Nacional (SEN) todavía más golpeado y a los cubanos condenados a más horas de apagones.
Según reconoció la propia Empresa Eléctrica de La Habana, esta avería mete más presión sobre un SEN que ya estaba al borde del colapso, incapaz de sostener la demanda en todo el país. Dicho en buen cubano: el sistema está fundido y cada vez que se rompe algo, la cosa se pone peor.
En la capital, el panorama es un reflejo claro de la crisis. Cuatro de los seis bloques que sostienen la generación están afectados, lo que demuestra que no se trata de fallos aislados, sino de un desastre estructural que arrastra décadas de abandono, mala gestión y corrupción.
El resultado es el mismo de siempre: millones de familias atrapadas en la rutina de los apagones, con alimentos echándose a perder, niños estudiando a oscuras y hospitales trabajando entre sombras. Y mientras tanto, el régimen sigue vendiendo promesas huecas y aplicando parches que no resuelven nada.
Lo ocurrido con la Céspedes confirma lo que el pueblo ya sabe: no hay un plan real ni voluntad política para arreglar el problema de raíz. El gobierno habla de “soberanía energética”, pero lo que se ve es un país a oscuras, sobreviviendo a base de apagones interminables.