Un joven trabajador de la Empresa Eléctrica en La Habana estuvo a punto de perder la vida este viernes tras recibir una descarga brutal de corriente mientras intentaba reparar una avería en la calle Pepe Prieto, en San Miguel del Padrón.
Según lo contado por testigos en redes sociales, el muchacho quedó convulsionando y hasta vomitó en plena vía, sin que apareciera ayuda oficial en esos primeros minutos de desesperación. La gente del barrio fue la que, jugándosela toda, lo bajó del poste y lo montó en un carro particular para llevarlo al hospital. En pocas palabras: si no fuera por los vecinos, hoy estuviéramos hablando de una muerte más en Cuba por negligencia estatal.
Lo más indignante es que este trabajador llevaba más de tres meses pidiendo la baja, porque sabía que estaba en un empleo de altísimo riesgo sin condiciones ni protección. Pero la empresa se la negó, con la excusa de que “no tenían personal para cubrir la plaza”. Así, lo obligaron a seguir trepándose a los postes, exponiendo su vida cada día, mientras los burócratas se lavaban las manos.
Cuando por fin aparecieron los compañeros de la Empresa Eléctrica, ya todo lo habían hecho los vecinos. Supuestamente ellos debían ser los primeros en llegar y coordinar con Rescate y Salvamento, pero como casi siempre pasa en Cuba, los protocolos solo existen en el papel. En la práctica, la respuesta fue tardía y desastrosa.
La indignación en la comunidad no es para menos. Este accidente es el retrato vivo de un sistema en ruinas, donde los trabajadores están desprotegidos y los ciudadanos a su suerte. El régimen sigue exprimiendo a la gente, pero es incapaz de garantizar seguridad ni servicios básicos.
El joven aún se debate entre la vida y la muerte, mientras sus familiares piden apoyo y oraciones. Los vecinos, por su parte, exigen que alguien responda por lo ocurrido, porque saben que esta tragedia pudo evitarse.