Si pensabas que los apagones en Cuba eran cosa de unas horas, déjame decirte que la realidad supera cualquier pronóstico. El Sistema Eléctrico Nacional (SEN) está hecho un desastre, y lo peor es que no hay ni pizca de planificación. Apagones eternos, sin horario, sin aviso y con un déficit que cada día rompe récords. ¿La excusa oficial? Que la demanda es más alta de lo que pueden generar. Lo cierto es que la isla entera anda a oscuras, y el malestar crece más rápido que la temperatura en una tarde de septiembre.
El viernes pasado fue un día negro, literalmente. La máxima afectación llegó a 1,939 MW justo a las 8:40 de la noche, cuando se cayó la unidad 3 de la termoeléctrica Carlos Manuel de Céspedes, en Cienfuegos. Eso dejó al país tambaleando, y lo peor es que superó lo que estaba “planificado”. O sea, ni siquiera las cuentas de la Unión Eléctrica cuadran.
Las 24 horas del viernes y parte de la madrugada del sábado fueron un infierno para los cubanos. La disponibilidad apenas rozaba los 1,437 MW mientras la demanda pedía a gritos 2,693 MW. Haz la matemática: un déficit de más de 1,300 MW. Para el mediodía la cosa no mejoraba y en la noche, cuando todos esperaban al menos ver un capítulo de la novela, el déficit prometía rozar los 1,800 MW. Resultado: un país apagado casi por completo.
Ni siquiera los 30 parques solares fotovoltaicos, que aportaron más de 2,300 MWh, alcanzan para salvar la papeleta. Porque claro, ¿de qué sirve el sol si la red no aguanta? Lo reconocen hasta los mismos periodistas oficialistas como Lázaro Manuel Alonso, que admitió en Facebook que los cortes son largos y que ni siquiera existe un esquema real de rotación. Es decir, que hoy puedes pasar 20 horas sin luz y mañana, con suerte, tres.
La indignación en redes no se ha hecho esperar. Gente de todos los barrios de La Habana y otras provincias cuentan historias de terror: familias que solo tuvieron tres horas de electricidad en todo el día, mientras otras zonas parecen intocables, como si los apagones tuvieran “privilegios” reservados.
La rabia es tal que muchos exigen transparencia, otros piden declarar emergencia nacional y algunos señalan directamente a los centros nocturnos y bares que siguen consumiendo electricidad como si nada. “Cierren esos lugares que solo disfrutan los privilegiados y dejen de tener al pueblo entero pagando la fiesta de unos pocos”, reclamó una vecina en redes sociales.
Entre tanto, el Ministerio de Energía y Minas intenta calmar la tormenta anunciando que varias unidades, como la del Mariel y la de Céspedes, están en proceso de arranque. Pero seamos realistas: cada promesa es como una vela en medio del apagón… apenas alumbra y se apaga rápido.