En Cuba, cuando la justicia oficial no llega, la gente toma cartas en el asunto. Eso fue exactamente lo que ocurrió en Santiago de Cuba, donde un joven acusado de intentar robarse una vaca terminó amarrado y paseado por las calles como escarmiento público. Sí, así mismo: con las manos atadas y caminando detrás de un carretón tirado por un caballo.
El hecho sucedió en los terrenos del antiguo central azucarero Salvador Rosales (Algodonal), en el municipio de Songo-La Maya. Los vecinos, cansados de los constantes robos de ganado, decidieron actuar por su cuenta y exponer al supuesto ladrón frente a toda la comunidad. Según relató el periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada, el recorrido buscaba que todos lo reconocieran y enviar un mensaje bien claro: “Aquí no se roba más”.
Lo que a primera vista parece un acto de justicia popular, en realidad deja al descubierto una verdad incómoda: la ausencia de patrullaje y seguridad en las zonas rurales de Santiago y gran parte de Cuba. Sin vigilancia ni respuesta efectiva de las autoridades, los campesinos y vecinos se ven obligados a asumir el rol de policías, jueces y hasta verdugos.
Y no es para menos. En plena crisis alimentaria, el ganado se ha vuelto un tesoro demasiado codiciado. El hurto y sacrificio ilegal de reses es un problema que golpea fuerte al campo cubano, dejando a los campesinos en vela, literalmente, cuidando a sus animales por miedo a perderlo todo de un día para otro.
Los reportes oficiales reconocen que provincias como Camagüey, Sancti Spíritus, Villa Clara y Ciego de Ávila son terreno caliente para estas prácticas. A pesar de los anuncios del gobierno, el robo de ganado sigue siendo casi impune y cada vez más violento.
Para muestra, un botón: hace solo unos días, en Holguín, un grupo de diez hombres armados y encapuchados asaltó una cooperativa en Limoncito y se llevó nada menos que 60 cabezas de ganado. Como si fuera una película del oeste, también secuestraron a varios empleados, que luego fueron liberados kilómetros más adelante. Todo esto sin que nadie lograra detenerlos.
Y no se trata de casos aislados. Desde caballos robados en plena madrugada en Santiago de Cuba hasta asaltos a campesinos a mano armada, la delincuencia rural está desatada. En algunos lugares, los propios jefes de vaquería han sido sorprendidos sacrificando animales ilegalmente para revender la carne en el mercado negro.
La escena del joven paseado amarrado por las calles no solo genera impacto visual, también refleja una realidad dolorosa: la inseguridad en el campo cubano va en aumento, y mientras la crisis económica se agudiza, la gente recurre a la justicia popular porque simplemente no confía en las instituciones.
