En Cuba ya nada sorprende… pero duele. Un video grabado en el hospital La Covadonga, en La Habana, dejó al descubierto otra cara desgarradora de la crisis sanitaria que golpea a la isla. Allí, Greidys Sánchez, un cubano desesperado, mostró a su padre recién operado y sin recibir los medicamentos básicos para salvarle la vida. La escena, más que una denuncia, fue un grito de auxilio.
En la transmisión en vivo, Sánchez apuntó directo a la realidad que muchos prefieren callar: “Aquí tengo a mi papá vomitando fluido, nadie viene al hospital. No hay metoclopramida, no hay ninguna medicina, no hay Levin”. Palabras cargadas de impotencia que describen no solo su drama personal, sino el de miles de familias que luchan contra un sistema de salud colapsado.
La familia, según contó, tuvo que comprar hasta un trocar por su cuenta, porque en el hospital simplemente no había. “Si me lo hubieran dicho, los hubiera comprado. Como compré el trocar. Pero no me dijeron nada hasta ahora mismo. ¿Hasta cuándo es esto?”, cuestionó entre la rabia y la desesperación.
Y es que este caso no es aislado. Historias como la de Sánchez se multiplican todos los días. Hace apenas unas semanas, otra cubana relataba el calvario de su padre enfermo de los riñones, que agonizaba lentamente sin acceso a antibióticos. “Hija, tu papi se está muriendo, por favor no me dejes morir”, le suplicaba el hombre, mientras ella chocaba contra la misma pared de siempre: un sistema que no tiene ni lo básico.
La realidad golpea de frente cuando se contrasta el discurso oficial con lo que muestran las cámaras ciudadanas. Un video desde el hospital Hermanos Ameijeiras exhibió un basurero improvisado en la misma entrada del centro, convertido en foco de infección. ¿La supuesta “potencia médica” de la que tanto hablan? En el terreno, solo hay miseria, falta de higiene y abandono.
Incluso periodistas cercanos al régimen, como Yirmara Torres, han roto el silencio y denunciado públicamente la falta de medicamentos, la caída de los servicios y la paciencia agotada del pueblo. “Somos un pueblo cansado, torturado… pero nuestra paciencia tiene un límite”, escribió en sus redes.
Mientras tanto, desde la cama número 10 de La Covadonga, el padre de Greidys Sánchez se convierte en un símbolo de todo un país que se pregunta lo mismo: ¿hasta cuándo? Un hasta cuándo que retumba en cada cubano que sufre las consecuencias de un sistema que hace tiempo dejó de responder.