Un joven cubano que llegó a Estados Unidos siendo menor de edad fue detenido por ICE en Florida, y el caso ha despertado indignación entre familiares, amigos y defensores de migrantes. Lo más impactante: este muchacho de 18 años estaba totalmente integrado a la sociedad estadounidense y estaba a punto de graduarse de high school en Miami.
Según su tía, Suzel Araguez Cruz, el joven fue citado el 11 de septiembre en la oficina de ICE en Miramar. Tras esperar más de cinco horas, le confirmaron que estaba bajo custodia. Su objetivo era ingresar a la academia de bomberos después de haber participado durante dos años en el programa de cadetes de Coral Gables. Todo indicaba que su futuro estaba encaminado, hasta que ocurrió la detención.
La familia había seguido todos los pasos legales para regularizar su estatus migratorio. Contrataron abogados, hicieron citas y entregaron documentos necesarios para acogerse a la Ley de Ajuste Cubano. A pesar de ello, durante la reunión con ICE, el joven no tuvo oportunidad de explicar su caso ni de responder preguntas: simplemente fue detenido.
Su tía denunció que el muchacho no tiene antecedentes criminales y que incluso entregaron su pasaporte sin imaginar que eso podría acelerar un proceso de deportación. “ICE está deteniendo personas arbitrariamente para cumplir con cifras, sin sentido común ni sensibilidad”, publicó Araguez en redes sociales. “No puede ser tratado como un número más en una estadística cuando todo su esfuerzo y su vida están aquí”.
Este caso no es aislado. En junio, Wendy Vega Lores, otra joven cubana de 19 años, fue arrestada en Texas tras una cita en la Corte de Inmigración. Wendy había terminado la preparatoria en apenas dos años, mantenía un récord académico sobresaliente y realizaba trabajo voluntario, todo para fortalecer su aplicación a la escuela de Medicina. Pese a ello, terminó en un centro de detención, separada de su hermano menor y viviendo bajo estrés y ansiedad mientras espera su audiencia.
Organizaciones de derechos humanos advierten que estas detenciones arbitrarias ignoran la diferencia entre criminales y estudiantes que están completamente integrados y aportan a la sociedad estadounidense. Los casos de Suzel y Wendy muestran un patrón preocupante: jóvenes con sueños legítimos, raíces en Estados Unidos y sin antecedentes, tratados como prescindibles en un sistema que prioriza estadísticas sobre justicia y humanidad.
Estos incidentes han encendido un debate sobre la política migratoria estadounidense y el trato a los cubanos que crecieron en el país. La historia de este joven y de Wendy evidencia que detrás de cada número de detención hay personas con futuro prometedor, sueños y familias que sufren la arbitrariedad de un proceso que parece olvidar la integridad y el esfuerzo de los migrantes.