La Isla de la Juventud, que durante años se ufanaba de tener electricidad estable, hoy está sumida en la misma oscuridad crónica que golpea al resto del país. Los apagones escalonados, sin aviso ni control, afectan a todos los circuitos y dejan al desnudo la incapacidad total de la Empresa Eléctrica para responder a la demanda.
Los generadores están reventados, en un “mantenimiento” eterno que no resuelve nada, mientras la gente aguanta cortes de hasta tres horas por circuito. Equipos obsoletos, falta de planificación y un sistema eléctrico en ruinas son el pan de cada día en el municipio especial.
El propio director técnico de la Empresa Eléctrica local, Fermín Molina, tuvo que admitir a la prensa oficial que el jueves la diferencia entre lo que podían generar y lo que se necesitaba fue escandalosa: 15,7 MW frente a una demanda de 25,7 MW. El día arrancó con un motor fuera de servicio, a media tarde se rompió otro, y para colmo, uno de los grupos electrógenos MTU también falló. Resultado: casi todo el territorio quedó sin corriente.
Ni siquiera la entrada de un generador Hyundai de baja capacidad logró tapar el hueco. Durante la madrugada del viernes, otra planta se apagó, reduciendo la generación a solo 19,6 MW, muy lejos de lo que se necesita. Con ese panorama, las autoridades solo atinan a repetir que los apagones seguirán “dependiendo de la demanda, del clima y de la estabilidad técnica”. En buen cubano: que no esperen mejoras y prepárense para seguir a oscuras.
Lo más irónico es que hasta hace poco se decía como mantra que “en la Isla de la Juventud no se iba la luz”. Incluso la propia prensa oficial reconoció en marzo que ese territorio contaba con generación suficiente para librarse de los apagones. Pero como siempre, la propaganda se estrelló contra la realidad. Hoy la Isla sufre los mismos cortes que el resto del país, y la paciencia de la gente está colgando de un hilo.
Muchos recuerdan que todo se agudizó justo después de la visita de Díaz-Canel y Ramiro Valdés en mayo, cuando fueron a conmemorar uno de esos actos históricos que tanto les gustan mientras el pueblo quedaba a oscuras. A partir de ahí, los apagones programados se convirtieron en norma, y el malestar ciudadano comenzó a crecer de forma inédita.
En redes sociales, varios pineros ya no solo se quejan de la falta de corriente: algunos exigen independencia, piden una república propia, lejos del control de La Habana y del régimen que los hunde en la miseria.
Frente a ese descontento, la Empresa Eléctrica pide “confianza” en sus trabajadores, como si con palabras mágicas se encendieran las bombillas. Para colmo, el director de despacho, Ignacio Moya, protagonizó una escena bochornosa en junio cuando en la televisión se le escapó la palabra prohibida: “apagón”. Intentó corregirse, pero el daño estaba hecho. Ese desliz mostró la ridiculez del régimen, que hasta en el lenguaje quiere maquillar la realidad.
La verdad es simple y cruda: la Isla de la Juventud ya no es excepción, está hundida en el mismo colapso eléctrico que agobia a toda Cuba. Este sábado, el déficit del Sistema Eléctrico Nacional supera los 1.800 megawatts, una cifra que confirma que lo que vive la población no es una “afectación programada”, sino un desastre estructural que ni Díaz-Canel, ni Ramiro, ni toda la maquinaria del Partido podrán esconder con consignas.
