En Cuba la crisis habitacional sigue sacando inventos de la manga, y ahora el último experimento son nada más y nada menos que casas hechas con contenedores marítimos. Sí, de esos mismos que alguna vez cargaron mercancías y que en otros países se reciclan con glamour, pero que en la isla aparecen como “solución creativa” ante la falta crónica de materiales de construcción.
La Empresa de Construcción y Montaje de Granma mostró orgullosa en Facebook las primeras unidades adaptadas. Se trata de contenedores desechados que, tras un proceso de “transformación”, se convierten en viviendas con sala, comedor-cocina, baño y hasta dos cuartos. El plan es completar diez, aunque por ahora trabajan en cinco.
No es la primera vez que el gobierno recurre a estos inventos de emergencia. En Guantánamo, específicamente en la comunidad de Buena Vista, se anunció la instalación de 23 contenedores para familias que lo perdieron todo tras el huracán Óscar en 2024. En total, se planea montar unas 60 casas recicladas a partir de los embalajes del parque fotovoltaico que se construye en la zona.
Ahora bien, cualquiera que haya vivido un verano cubano sabe lo que se avecina: un contenedor de metal bajo el sol caribeño se convierte en un horno en cuestión de minutos. Sin aislamiento ni climatización adecuada, estas viviendas pueden ser un riesgo para la salud, sobre todo en niños y ancianos. Golpes de calor, sofocones y noches sin pegar un ojo están a la vuelta de la esquina.
Los expertos dicen que se puede aliviar el problema con recubrimientos especiales, techos separados y buenas ventilaciones, pero eso encarece los proyectos. Y si algo escasea en Cuba, además de comida y medicinas, es dinero para invertir en soluciones habitacionales de calidad.
Lo cierto es que las casas de contenedores son tendencia en lugares como España, donde se promocionan como ecológicas y modernas. Pero claro, allá cumplen normas de habitabilidad, aislamientos de primera y permisos legales. En Cuba, en cambio, la idea se presenta como “innovadora” mientras miles de familias siguen viviendo en casas con piso de tierra y techos que amenazan con caerse.
El experimento no se queda solo en Granma o Guantánamo. En Holguín y Las Tunas también se impulsa la idea, mientras que en Villa Clara prueban levantar casas sin cemento ni acero, y en Pinar del Río rescatan técnicas coloniales de barro, cal y arcilla. Un verdadero patchwork de improvisaciones para tapar el déficit habitacional que ya supera las 800,000 viviendas en el país.
Lo más alarmante es que, según cifras oficiales, en 2024 se construyeron menos casas que en los peores momentos del Período Especial. Un dato que habla por sí solo del colapso del sector y de la incapacidad del Estado para garantizar un derecho tan básico como tener un techo digno.
En resumen, las casas-contenedor pueden sonar a modernidad en otros lugares, pero en Cuba son la muestra más clara de un país que vive apagando incendios con parches, mientras su pueblo sigue esperando soluciones reales.