Un incendio en el Hospital Provincial Clínico Quirúrgico Docente “Amalia Simoni” de Camagüey volvió a dejar al descubierto la fragilidad del sistema de salud cubano, sometido a la misma cadena de improvisaciones y falta de mantenimiento que golpea a todo el país. El siniestro ocurrió este lunes en la mañana, cuando un transformador del grupo electrógeno del centro estalló por una sobrecarga eléctrica.
La chispa provocó un susto mayúsculo: pacientes en estado crítico tuvieron que ser trasladados de emergencia hacia el Hospital Provincial “Manuel Ascunce Domenech”, en la propia ciudad. Según la dirección del “Amalia Simoni”, el movimiento se hizo “con éxito absoluto”. Sin embargo, el hecho de que haya sido necesario mover a enfermos graves por un incendio dentro de un hospital ya es en sí mismo una señal clara del desastre en que se encuentra el sistema.
En las redes oficiales, la directora del hospital, Lilianny María Hidalgo Ruiz, intentó poner paños tibios. Dijo que se actuó con rapidez, que todo se controló en menos de tres horas y que ahora la institución funciona “con total normalidad”. El discurso oficial, como casi siempre, vende la idea de eficiencia, pero la realidad es otra: un incendio en un hospital por culpa de un grupo electrógeno reventado no es normalidad, es otra muestra de un país que funciona a medias.
Antes de que el propio hospital se pronunciara, el periodista independiente José Luis Tan Estrada ya había confirmado el traslado de los pacientes. En los comentarios a su publicación, muchos usuarios expresaron lo que todos saben pero pocos en el oficialismo se atreven a admitir: los grupos electrógenos en Cuba están “respirando por un hilo”. Diseñados para funcionar solo en emergencias, llevan años trabajando sin descanso por culpa de los apagones interminables. Sin mantenimiento adecuado y sin piezas de repuesto, cada día están más cerca del colapso.
Un internauta lo resumió sin rodeos: “Esos equipos no aguantan más, fueron hechos para otra cosa, no para sostener hospitales enteros día tras día. Si no se hacen cambios urgentes, todo esto se va a derrumbar”. Y lo cierto es que ya se está derrumbando.
El régimen cubano se jactó a inicios de este siglo de importar grupos electrógenos como solución milagrosa a la crisis energética. Pero, dos décadas después, esos equipos están gastados y sin capacidad de respuesta. Lo que pasa en hospitales como el “Amalia Simoni” es apenas la punta del iceberg de un sistema que se cae a pedazos.
Este incendio se suma a un contexto todavía más tenso: apagones que superan los 1,900 MW de déficit, termoeléctricas rotas y un país entero condenado a vivir entre velas, mosquitos y la incertidumbre. La Unión Eléctrica admitió que la víspera hubo afectaciones durante las 24 horas, con más de 1,981 MW en falta en el horario pico.
La gente ya no aguanta más. Mientras los burócratas repiten la cantaleta de “situación controlada”, en las calles el malestar explota. En Gibara, Holguín, vecinos salieron en la madrugada del domingo con cazuelas y linternas, protestando en medio de la oscuridad. No pedían lujo ni abundancia, solo lo básico: luz, agua y un poco de dignidad.