Miami está de fiesta. Después de años de trabajos y una inversión millonaria, esta semana reabre la Torre de la Libertad, ese edificio que para los cubanos no es solo ladrillo y cemento, sino un pedazo vivo de su historia. Con 65 millones de dólares en renovaciones, la torre no solo luce más espectacular que nunca, sino que además regresa como un espacio cargado de memoria, exhibiciones sobre migración y un grito de libertad en medio del downtown.
La gran reapertura será este martes 16 de septiembre con una ceremonia de corte de cinta. Un acto simbólico que devuelve la vida a un sitio que guarda recuerdos de miles de cubanos que, en los años más duros del exilio, encontraron aquí su primer refugio.
La presidenta del Miami-Dade College, Madeline Pumariega, junto a Amy Galpin, directora ejecutiva del Museo de Arte y Diseño del MDC, recorrieron recientemente los salones restaurados con la prensa local. Ambas dejaron claro que esta reapertura no es solo una restauración arquitectónica, sino un compromiso con la memoria de una comunidad.
“Trabajamos en preservarla, pero también en modernizarla para que la Torre cuente su propia historia”, aseguró Pumariega, dejando ver el orgullo con que presentan este proyecto. Y vaya que lo lograron: los arquitectos incluso incluyeron azulejos españoles que replican los pisos originales, un guiño al pasado que conecta con la esencia cultural de Miami.
Pero no todo es arquitectura. Galpin recordó que el periodismo siempre estuvo ligado al edificio, pues la torre nació como sede del Miami Daily News en 1925. Por eso, en las nuevas galerías se ha querido resaltar el papel de la prensa, desde el Miami Herald hasta el Diario Las Américas, como voces claves en la comprensión del exilio y la migración en la ciudad.
La torre, con sus 289 pies de altura, fue en su momento el rascacielos más grande de Miami. Con el tiempo se convirtió en mucho más: entre los años 60 y 70, allí llegaron casi 400,000 cubanos que huían de la dictadura de Fidel Castro. En esas oficinas recibieron clases de inglés, atención médica, ayuda financiera y hasta se toparon con curiosidades como la mantequilla de maní, desconocida para muchos recién llegados.
No por gusto se le apodó “la Ellis Island del Sur”. Ese mote resume lo que significó para una comunidad que empezaba de cero y que encontró en la torre un abrazo en tierra extranjera.
La restauración fue impulsada por el Miami-Dade College, que adquirió el edificio en 2005 y lanzó una campaña con ayuda de filántropos y fondos estatales. El resultado es un espacio de 14 pisos con galerías diseñadas por el mismo equipo que creó el Museo y Memorial del 11-S en Nueva York. Aquí se cuentan episodios como la invasión de Bahía de Cochinos, la Operación Pedro Pan y también historias de migrantes de Venezuela, Haití y Nicaragua.
La torre ha sido testigo de momentos inolvidables: allí despidieron a Celia Cruz en 2003, y en 2015, Marco Rubio eligió sus escalinatas para anunciar su candidatura presidencial. Incluso en sus peores años de deterioro, siguió siendo lugar de peregrinaje para la comunidad.
Hoy, con tecnología de última generación y un diseño pensado para emocionar, la Torre de la Libertad abre un nuevo capítulo. Ya no es solo un monumento, sino un recordatorio vivo de que la libertad siempre vale la pena, y de que Miami es, para muchos, el primer abrazo en una nueva vida.