El caso del liniero Osmani Hernández Padroza, de 35 años, ha puesto sobre la mesa una vez más la hipocresía del régimen cubano. Tras sufrir un accidente laboral en San Miguel del Padrón el pasado 12 de septiembre, cuando recibió una fuerte descarga eléctrica mientras reparaba una avería, la Empresa Eléctrica de La Habana salió corriendo a los medios oficiales para asegurar que el trabajador “cuenta con todo lo necesario” para recuperarse.
En redes sociales, la entidad estatal publicó que Osmani estaba de buen ánimo, que los había recibido “con una sonrisa y una fuerza admirable” y que tenía el respaldo de una institución que “vela por su bienestar”. Incluso agradecieron al sistema de salud y al equipo médico por la atención brindada, como si todo estuviera bajo control.
Pero la realidad, contada por su expareja Gretel Aparicio, es muy distinta. La mujer denunció en redes sociales que la familia se ha visto obligada a pedir ayuda ciudadana para conseguir vendas y medicamentos, porque en el hospital no hay ni lo más básico. En otras palabras: mientras la empresa estatal difunde un discurso triunfalista, la vida del liniero depende de la solidaridad del pueblo.
El propio Osmani envió un mensaje desde el hospital que muestra el dramatismo de su situación. “Yo sé que por lo menos voy a perder los brazos, pero la vida la conservo”, dijo con resignación y valentía. Su testimonio contrasta brutalmente con las declaraciones oficiales que intentan vender una recuperación ejemplar bajo el cuidado del sistema de salud.
El accidente ocurrió en la calle Pepe Prieto, cuando Osmani hizo contacto con un conductor partido. Testigos cuentan que el liniero quedó colgado del poste, convulsionando y vomitando, mientras no aparecía ni un bombero ni una ambulancia. Fueron los propios vecinos quienes lo bajaron del poste y lo llevaron en un carro particular al hospital Miguel Enríquez.
Lo más indignante es que, según han denunciado personas cercanas, Osmani llevaba tres meses pidiendo la baja laboral, pero la empresa nunca se la concedió porque alegaban “falta de personal”. Lo mantuvieron en un puesto de alto riesgo sin las condiciones mínimas de seguridad, y ahora pretenden lavarse las manos con comunicados de agradecimiento.
El caso ha desatado una ola de indignación en redes sociales, no solo por el accidente en sí, sino porque refleja la podredumbre del sistema. El régimen intenta hacer ver que “todo está garantizado” cuando en realidad los hospitales carecen de insumos, los médicos trabajan en condiciones precarias y los pacientes dependen de la caridad de amigos y desconocidos para acceder a lo mínimo.
Hasta el propio ministro de Salud, José Ángel Portal Miranda, admitió en julio ante la Asamblea Nacional que solo está disponible el 30% del cuadro básico de medicamentos, reconociendo la falta de insumos y el aumento de la mortalidad. La confesión oficial choca de frente con la versión de la Empresa Eléctrica, que quiere hacer creer que Osmani está recibiendo un tratamiento de primera.