La Habana volvió a quedar a oscuras este lunes, cuando una unidad de generación salió de servicio de manera imprevista y provocó un déficit de 150 megawatts, dejando sin corriente a miles de familias. Según la propia Empresa Eléctrica, la avería golpeó subestaciones clave como Plaza, Príncipe, Boyeros, Tropical, Rincón y Santiago, lo que desató un nuevo caos en la capital.
El apagón ocurrió a las 4:50 de la tarde, justo en la hora pico, cuando la ciudad hierve de calor y la gente apenas empieza a preparar la comida. Una vez más, los habaneros quedaron a merced de las velas, los mosquitos y la incertidumbre, sin saber a qué hora regresaría la electricidad.
Lo más alarmante es que este nuevo corte llegó apenas 24 horas después de otro apagón masivo por un fallo en la subestación de Naranjito. Aquel corte no solo dejó sin luz a gran parte de La Habana, sino que también afectó el abasto de agua en municipios como Plaza, Diez de Octubre, Centro Habana y Habana Vieja.
Ya van cuatro apagones en menos de una semana, un récord que contradice el discurso oficial sobre la supuesta “recuperación del SEN”. El sábado, por ejemplo, cuatro de los seis bloques principales del sistema eléctrico se desplomaron de golpe, y días antes varios barrios de la capital denunciaban apagones prolongados, mientras el régimen seguía vendiendo humo en la prensa oficialista.
Lo que está quedando cada vez más claro es que la tan cacareada reconexión del Sistema Eléctrico Nacional no significa estabilidad. Con plantas obsoletas, falta de mantenimiento, corrupción y escasez de combustible, el sistema entero funciona como una bomba de tiempo.
En la práctica, los cubanos seguimos viviendo entre promesas vacías y noches interminables sin luz. Cada apagón se convierte en un recordatorio brutal de que el régimen no tiene capacidad real para sacar al país del colapso energético. Mientras ellos hablan de “victorias técnicas”, el pueblo enfrenta calor, mosquitos, alimentos echados a perder y una oscuridad que parece no tener fin.