En Cuba siempre hay espacio para la creatividad, incluso en medio de la escasez. Este lunes, una calle de la Isla de la Juventud se convirtió en un enorme lienzo cuando un grupo de jóvenes artistas decidió pintar una versión monumental de la Mona Lisa… ¡usando carbón! Sí, ese mismo carbón que hoy se ha vuelto parte de la rutina diaria de los cubanos por la falta de gas y electricidad.
La escena fue tan inesperada como impactante. Vecinos y transeúntes no podían creer lo que veían: sobre el asfalto, la sonrisa enigmática de la obra más famosa de Leonardo da Vinci se dibujaba a lo grande, pero con un sello muy pinero y muy cubano. El locutor Ramón Leyva Morales compartió las imágenes en Facebook y enseguida la noticia comenzó a dar vueltas en redes sociales.
Los autores de esta locura creativa fueron Carlos Cabrera “El Lobo”, Emilio Caboverde “El Pescao”, Elías Heredia y Francisco Leyva, todos miembros de la Asociación Hermanos Saíz (AHS). Juntos decidieron transformar la calle 26, entre 39 y 41, en una galería improvisada a cielo abierto.
Lo curioso no fue solo el tamaño de la Mona Lisa, sino el material: carbón vegetal. Ese mismo que la mayoría de los hogares cubanos están usando para cocinar en tiempos de apagones eternos. Con él, los artistas no solo hicieron arte, sino que también lanzaron un guiño a la realidad diaria que vive la isla.
El resultado fue tan simbólico como potente. La sonrisa de la Mona Lisa, universalmente reconocida, se mezclaba con el recurso más humilde de los hogares cubanos, convirtiéndose en una obra cargada de ironía. Entre coladas de café —otro producto que escasea más de lo que aparece— y pinceladas negras, lo que parecía un simple performance se convirtió en una crítica artística disfrazada de homenaje.
Más allá del asombro, la intervención demostró cómo los materiales de la crisis pueden transformarse en herramientas de expresión. El pavimento se volvió escenario, el carbón dejó de ser combustible para convertirse en arte, y los jóvenes artistas recordaron que la creatividad no entiende de apagones ni de falta de recursos.
En medio de la precariedad, la Mona Lisa pinera logró lo que mejor sabe hacer: sonreír enigmáticamente, como si supiera que hasta en la adversidad los cubanos se las ingenian para crear, resistir y, de paso, dejar boquiabiertos a todos con una obra que mezcla ingenio, protesta y belleza.