Un nuevo derrumbe parcial estremeció este lunes a los vecinos de Centro Habana, cuando parte de un edificio ubicado en la calle Industria, entre San Rafael y San Miguel, colapsó dejando tres heridos: dos menores de edad y un adulto.
Los niños fueron trasladados de urgencia al Hospital Pediátrico Juan Manuel Márquez, mientras que el adulto recibe atención en el Calixto García. Según la información oficial, ninguno de ellos ha perdido la vida, aunque el susto y las secuelas son evidentes.
Las imágenes que circularon en redes sociales muestran la cruda realidad: paredes hechas polvo, camas y mesas enterradas bajo escombros, columnas partidas y puntales improvisados tratando de sostener lo que ya prácticamente está vencido. Un cuadro que retrata a la perfección el abandono en el que el régimen ha dejado al pueblo cubano.
En medio de la tragedia, el gobierno local se apresuró a desplegar funcionarios y brigadas de emergencia para aparentar preocupación. Sin embargo, aún no se ha dicho si las familias serán evacuadas ni qué pasará con un inmueble que claramente ya no ofrece condiciones mínimas de seguridad.
El caso no es aislado. Todo lo contrario, se suma a la larga lista de derrumbes que cada mes sacuden a Centro Habana, donde el deterioro del fondo habitacional es ya una bomba de tiempo. Vecinos del barrio lo dicen sin miedo: “vivimos con el corazón en la boca, porque en cualquier momento se nos viene el techo encima”.
En septiembre pasado, un derrumbe en Belascoaín #105 obligó a decenas de familias a sobrevivir entre grietas y amenazas de colapso, mientras los funcionarios del Estado brillaban por su ausencia. Pocos días después, otro desplome en San Lázaro dejó a 14 personas en la calle en pleno apagón, una muestra más de cómo la crisis energética se mezcla con el desastre de la vivienda.
La tragedia más dura llegó en agosto, cuando el derrumbe en San Rafael y Galiano costó la vida a un trabajador del Café Boulevard. Vecinos denunciaron que el edificio llevaba años declarado inhabitable, pero la dictadura solo se ocupó de maquillar la fachada para tapar el problema de fondo.
Estos hechos confirman un patrón de desidia: casas centenarias que se caen a pedazos por humedad, filtraciones y hacinamiento, mientras el régimen invierte millones en hoteles de lujo para turistas. La vida de los cubanos de a pie sigue en juego todos los días, atrapados entre paredes que pueden convertirse en tumbas en cualquier momento.
