La crisis del sistema de salud en Cuba sigue sacando a la luz escenas que parecen sacadas de una película de terror, pero que son pura realidad. Esta vez, un hombre en Matanzas tuvo que sacarse una muela él mismo, cansado de esperar por atención médica y agobiado por los apagones constantes en su localidad.
El protagonista es Mayito Rivero, residente en Cárdenas, quien contó en Facebook que, después de varios intentos fallidos para conseguir turno y sin electricidad en los consultorios, decidió convertirse en su propio estomatólogo.
“Esterilicé la pinza, le puse papel sanitario y me arranqué la muela. Gracias a Dios todo salió bien”, escribió, acompañando su testimonio con fotos de la pieza dental y la improvisada herramienta.
Su publicación se hizo viral enseguida y provocó cientos de reacciones. Algunos se sorprendieron, pero Rivero aclaró que tiene 34 años de experiencia como paramédico y que el diente “ya estaba casi flojo”, por lo que se atrevió a hacer la extracción. Ante la advertencia de una prima sobre el riesgo de infección, él contestó con calma: “Prima, todo está bien, recuerda que los Moreos somos fuertes”.
Más allá de la anécdota, lo que este caso revela es brutal: el pueblo cubano tiene que resolver por su cuenta hasta lo más básico de la salud, porque el sistema público está en ruinas.
Los problemas no son nuevos. Entre la falta de recursos, los apagones interminables y la burocracia absurda, cada vez más personas se ven obligadas a improvisar, poniendo en riesgo su vida.
Hace poco, en un barrio habanero, los vecinos tuvieron que llevar una planta eléctrica al policlínico porque sin luz los equipos médicos no funcionaban. En vez de ser el Estado quien garantice los servicios, es la comunidad la que tiene que salvar la situación, a golpe de inventiva y sacrificio.
Los ejemplos se multiplican. Durante un apagón masivo, pacientes graves en varias provincias tuvieron que ser trasladados de urgencia porque los hospitales no podían mantenerlos conectados a respiradores artificiales. Sin plantas eléctricas ni respaldo energético, los centros de salud se transformaron en trampas mortales.
En Cienfuegos, médicos en guardia enfrentaron un apagón general sin otra opción que seguir atendiendo con la luz de los teléfonos móviles, interrumpiendo tratamientos vitales por simple falta de electricidad.
Este panorama confirma lo que los cubanos viven en carne propia: un sistema de salud que el régimen vende como “potencia médica” al mundo, pero que en la práctica es un desastre absoluto. Mientras el gobierno presume de mandar médicos al extranjero, en la isla la gente se arranca los dientes en su casa porque no queda otra opción.
