La vida está llena de giros inesperados y nadie lo sabe mejor que un joven cubano que pasó de entrenar como gimnasta en Sancti Spíritus a recorrer las carreteras de Inglaterra como camionero. Su historia, contada con humor y naturalidad en redes sociales, es un ejemplo vivo de lo que significa emigrar: empezar desde cero, trabajar duro y no perder la fe en uno mismo.
Este muchacho, que hoy suma miles de seguidores bajo la cuenta @hgv_cuban.uk en Instagram, se ha convertido en una voz fresca que muestra sin filtros la vida de los migrantes. Y no porque haya sido fácil, sino porque aprendió a reírse de sus tropiezos mientras perseguía sus sueños.
Su relato arranca en Cuba, donde nació en Sancti Spíritus y practicó gimnasia hasta los 12 años. Pero la vida lo llevó por otros caminos: a los 18 entró en la escuela de circo en La Habana, donde se formó como acróbata. Con apenas 21 años ya estaba trabajando en Turquía, haciendo espectáculos en hoteles para ganarse la vida.
Luego llegó su primera parada en Inglaterra, aunque breve. Allí conoció a su futura esposa y, tras un tiempo en Cuba y un segundo contrato en Turquía, decidió dar el salto definitivo al Reino Unido gracias a una visa de fiancé. El inicio, como suele pasar, no fue nada glamuroso: seis meses sin poder trabajar, esperando papeles y sobreviviendo como podía.
Cuando por fin llegó la oportunidad, su primera “pincha” fue en una planta de reciclaje, separando madera y plástico en una estera interminable. Después consiguió trabajo como ayudante de delivery y ahí se le encendió la chispa: “Si yo ayudo al chofer, ¿por qué no puedo ser chofer yo mismo?”.
Dicho y hecho. Ahorró 3,500 libras esterlinas para obtener la licencia de conducir camiones. Y esa inversión fue la llave que le cambió la vida. Hoy no solo conduce por las autopistas inglesas, sino que además comparte su día a día en redes sociales, convirtiéndose en un referente para otros cubanos que sueñan con reinventarse.
Lo más inspirador de su historia es que no busca presumir. Al contrario, suele recordar que gana unas 1,800 libras al mes, cantidad suficiente para vivir bien sin lujos, pero con tranquilidad y dignidad. Para él, más que un sueldo, la recompensa está en haber construido una nueva vida a base de esfuerzo y constancia.
Su camino demuestra que el exilio no siempre sigue la misma ruta, pero que con perseverancia y enfoque se puede transformar cualquier adversidad en una oportunidad.