El humorista cubano Luis Silva, el eterno Pánfilo de Vivir del Cuento, dejó caer una bomba que tiene a sus seguidores ilusionados: la posibilidad de revivir el programa, pero esta vez desde Estados Unidos.
Todo empezó con un comentario en Instagram donde un fan le soltó sin rodeos: “Un programa en USA. El pueblo lo pide”. Y Silva, sin marear mucho la perdiz, respondió: “Estamos dándole cabezas a eso”. Esa sola frase bastó para que miles de cubanos, dentro y fuera de la isla, empezaran a soñar con el regreso de uno de los espacios humorísticos más queridos.
La idea no es descabellada. Vivir del Cuento fue durante años una válvula de escape en la televisión cubana, hasta que el régimen, alérgico a la sátira y a las críticas disfrazadas de chistes, empezó a censurarlo y a recortar su libertad creativa. No pocos actores terminaron saliendo del show: Andy Vázquez, Omar Franco, Irela Bravo, Marlon Pijuán, Wilber Gutiérrez, y hasta el propio Silva han tenido que buscar nuevos caminos.
Aunque el actor no ha confirmado si vive en Miami de manera definitiva, lo cierto es que se le ha visto con frecuencia en la ciudad, participando en actividades públicas y colaboraciones publicitarias. Eso ha encendido todavía más la chispa sobre la posibilidad de un Vivir del Cuento versión Miami, libre de las mordazas del oficialismo.
El entusiasmo de los fans es palpable. “Por favor, háganlo. Serían número uno aquí también”, comentó una usuaria en redes. Otros piden que se reúna el elenco original y que los guiones reflejen tanto la dura realidad que se vive en Cuba como las experiencias del exilio.
En el aire también flota la expectativa sobre Mario Sardiñas, el popular Chequera. Aunque se rumora que pudiera estar ya en Estados Unidos, todavía no hay confirmación oficial. Si se suma al proyecto, la tropa estaría casi completa para arrancar una nueva etapa que, sin dudas, marcaría historia.
La posibilidad de que Pánfilo y compañía regresen fuera del control del régimen es más que un simple deseo de nostalgia. Sería un golpe simbólico: demostrar que el humor cubano, cuando se quita las cadenas, puede seguir creciendo y hablando con la misma ironía de siempre, pero sin miedo a los censores.