El primer ministro Manuel Marrero Cruz volvió a ponerle palabras a lo que los cubanos sienten a diario: reconoció que en la isla los problemas “se nos acumulan”. Se refería a la falta de divisas, combustibles y energía, aunque en la práctica la lista es mucho más larga y amarga para la gente de a pie.
El reporte salió en la televisión oficialista, donde Marrero pidió a los gobiernos locales dejar de esperar órdenes “desde arriba” y buscar alternativas propias. En tono dramático soltó que “todavía no estamos actuando como si estuviéramos en guerra”, llamando a “dirigir la crisis como una oportunidad”.
El comentario es revelador: Cuba no está en guerra, pero la vida del cubano común es como si lo estuviera. Apagones eternos, colas interminables, hambre y precariedad son el pan de cada día. Una resistencia forzada que ha dejado a la población agotada y sin esperanzas.
En su reunión mensual con gobernadores y el intendente de Isla de la Juventud, Marrero admitió que los dirigentes locales están sobrepasados. Reconoció que “se nos están mezclando los objetivos con los problemas reales”, refiriéndose a la crisis energética, la escasez de combustible y la falta de divisas, asuntos que superan por completo la capacidad de esos cuadros.
El vicepresidente Salvador Valdés Mesa intervino para pedir que se fortalezcan los municipios con “personas competentes”. Eso sí, dejó claro que no se trata de dar autonomía real, sino de resolver lo inmediato. O sea, más control centralizado y ninguna soberanía en las decisiones locales.
Por su parte, la viceministra de Economía, Mildrey Granadillo, sacó otra vez el gastado libreto de “corregir distorsiones” e impulsar la economía en 2025. Palabras que suenan huecas porque ya son demasiados planes que terminan en nada, mientras la crisis sigue profundizándose.
Durante el encuentro también se habló del viejo problema de los impagos a productores, una deuda que el régimen admite pero nunca liquida. Y para colmo, presentaron la “idea innovadora” de convertir contenedores marítimos en viviendas, como si el pueblo tuviera que acostumbrarse a vivir en cajas de metal y agradecérselo al gobierno.
El discurso oficial vuelve una y otra vez sobre la resiliencia, la disciplina y la resistencia. Sin embargo, la realidad es otra: inflación descontrolada, hambre, migración masiva y una pobreza que ya alcanza niveles históricos.
El propio Marrero lo dijo sin rodeos: los problemas se acumulan. Y vaya si es cierto. Más de tres millones de cubanos no tienen acceso al agua potable, cifra que ya es un grito de alarma nacional.
Hace apenas unas semanas, un estudio reveló que la extrema pobreza golpea al 89 % de la población cubana, un dato demoledor que desmiente cualquier propaganda de “resiliencia revolucionaria”.
Y mientras el gobierno habla de “oportunidades”, la gente sigue atrapada en apagones. El mes pasado, la isla completa cayó en la oscuridad por un apagón masivo, y aunque después el servicio se restableció parcialmente, el déficit de generación mantiene a los cubanos condenados a la penumbra.
En definitiva, los problemas no se acumulan: se multiplican. Y las palabras de Marrero, más que un reconocimiento honesto, son la prueba de que el régimen ya no sabe ni cómo disfrazar el fracaso.
