En el hospital provincial Ciro Redondo García, en Artemisa, salió a la luz un escándalo que refleja de cuerpo entero el desastre del sistema de salud cubano. Dos trabajadores fueron sorprendidos robando medicamentos e insumos de la sala de terapia intensiva, justo en un momento en que el país sufre una de sus peores crisis sanitarias.
Según reconoció la propia prensa oficialista, los implicados aprovecharon el descontrol y la falta de supervisión para sustraer una “gran cantidad” de fármacos inyectables, además de guantes, jeringuillas, sueros, hilo cromado, nasobucos y otros materiales imprescindibles para atender a pacientes graves.
En el registro realizado a la casa de uno de los enfermeros, en el municipio de Mariel, aparecieron no solo medicamentos y equipos, sino también recetas médicas, toallas, colchas, gel de ultrasonido, papel de electro e incluso un ventilador de endoscopia. La pérdida de ese equipo, básico para diagnósticos, evidencia hasta dónde llega la impunidad dentro de los hospitales cubanos.
Las autoridades del Minint insisten en que el móvil fue “el lucro personal”, pues los productos eran revendidos en el mercado negro a precios altísimos. Pero lo que no dicen es que ese mismo mercado ilegal existe porque el régimen es incapaz de garantizar lo mínimo en los hospitales. Los pacientes tienen que llevar desde una jeringuilla hasta un suero para poder ser atendidos, y ese vacío lo llenan quienes ven negocio en medio de la miseria.
El teniente coronel Ernesto Rivero trató de maquillar la situación diciendo que “más allá de un bochorno, debe ser un orgullo haber desmantelado esta red delictiva”. Sin embargo, nadie explicó cómo fue posible que los ladrones operaran por tanto tiempo sin que nadie se diera cuenta. Eso solo confirma lo evidente: los superiores o miraron hacia otro lado, o estaban también metidos en el ajo.
Aunque la administración del hospital ahora hable de “tolerancia cero” y de nuevas medidas para controlar almacenes, lo cierto es que el mal ya está hecho. Lo más grave es que estos insumos robados son vitales para salvar vidas en terapia intensiva, y en ese mismo hospital se reconoció que estaban en “baja cobertura” y dependían de donaciones.