Un brote de diarreas obligó a detener de emergencia el tren extra número 18, que cubría la ruta Manzanillo-La Habana, después de que decenas de pasajeros comenzaran a presentar síntomas de intoxicación alimentaria en pleno viaje.
El episodio ocurrió en la tarde del jueves, justo cuando la locomotora atravesaba el Consejo Popular Jicotea, en el municipio de Ranchuelo, provincia de Villa Clara. La noticia salió primero en el perfil de Facebook del periodista oficialista Henry Omar Pérez, que trató de minimizar lo ocurrido, pero los propios testimonios de viajeros dan cuenta de la magnitud del desastre.
El convoy transportaba más de 650 personas hacinadas, como ya es costumbre en un sistema ferroviario deteriorado por años de abandono estatal. Ante la emergencia, las autoridades sanitarias tuvieron que intervenir y hacer un pesquisaje a todos los pasajeros. Al menos 29 resultaron hospitalizados: cinco niños fueron trasladados al Pediátrico de Santa Clara y 21 adultos ingresados en el Hospital Arnaldo Milián Castro.
Aunque el discurso oficial insiste en que “no hubo fallecidos ni pacientes en estado grave”, la realidad es que el incidente refleja una vez más el colapso de los servicios básicos en Cuba, donde ni viajar en tren se salva de convertirse en una odisea marcada por la improvisación y la falta de controles higiénicos.
Funcionarios del Partido y el Gobierno de Villa Clara llegaron rápidamente al lugar para “supervisar” la situación y posar como salvadores, en vez de reconocer que esta crisis es consecuencia directa de décadas de negligencia. El régimen intenta vender la idea de que todo quedó “estabilizado”, pero los pasajeros saben que este tipo de episodios son fruto de la desidia y el abandono institucional que golpea al transporte y a la salud pública en la isla.
En medio de la crisis sanitaria que atraviesa el país, este brote en el tren Manzanillo-La Habana se convierte en una señal de alerta: ni siquiera los viajes internos están libres de convertirse en focos de enfermedad y peligro para la población, todo por culpa de un sistema incapaz de garantizar lo más elemental.
