El Ministerio del Interior (MININT) salió este viernes a confirmar lo que ya corría como pólvora en las calles: el capitán de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), Leonel Mesa Rodríguez, de 62 años, apareció muerto en Caibarién, Villa Clara, en circunstancias que dejan claro que no fue un simple accidente.
El cuerpo del oficial, que llevaba casi 24 años en la corporación, fue hallado en la carretera entre Remedios y Caibarién, justo en la zona del consejo popular La Reforma. A su lado estaba la moto oficial, la misma que usaba para patrullar. Según la propia nota del régimen, Mesa tenía seis heridas de arma blanca y un disparo en la cabeza, un ataque directo que deja pocas dudas sobre la brutalidad del hecho.
El comunicado del MININT, como era de esperar, no se salió del guion: promesas de “respuesta contundente de las leyes revolucionarias” y frases hechas sobre la “condena unánime del pueblo”. También mandaron las condolencias a la familia y recordaron al agente como un “fiel defensor del orden interior”, pintando la típica imagen heroica que el castrismo suele fabricar de sus cuadros represivos.
Pero antes de ese pronunciamiento oficial, la noticia ya estaba circulando en redes y medios independientes. Vecinos de la zona contaban que el cadáver se encontraba en un área conocida como La Cabaña, con un disparo en la frente y varias puñaladas. También decían que al capitán le faltaba su arma reglamentaria. Durante horas, la zona estuvo acordonada con un despliegue masivo de policías y agentes de la Seguridad del Estado, desviando el tráfico mientras recogían evidencias.
En las redes aparecieron imágenes que mostraban al oficial tirado en la vía, rodeado de uniformados. Testigos dijeron incluso que lo habían visto conversando con alguien en esa misma carretera poco antes del crimen.
La noticia desató reacciones divididas. En Caibarién y en los alrededores lo conocían como “Cal Viva”, un apodo que dice mucho sobre su fama. Algunos vecinos lo recuerdan como un jefe de sector duro y represivo, responsable de que varias personas terminaran tras las rejas. El medio La Tijera recordó que el pasado 6 de junio había sido ascendido precisamente por “su labor en la represión contra el pueblo”. Para muchos, ese ascenso era un premio a perseguir y doblegar a ciudadanos.
Por otro lado, no faltaron defensores que lo describieron como un policía eficiente que “solo perseguía delincuentes”. Un usuario en Facebook salió a decir que Mesa era uno de los más efectivos de la zona, aunque reconoció que había quienes lo odiaban porque “solo recuerdan la ley cuando les toca a ellos”.
El MININT, en su comunicado, prometió una investigación “para esclarecer los hechos”. Sin embargo, en Cuba ya todos saben lo que eso significa: opacidad, manipulación y un relato oficial diseñado para proteger la imagen del régimen. Lo cierto es que un jefe policial cayó asesinado en plena vía pública y, más allá de los adornos retóricos, este suceso muestra la violencia y el descontento que hierve en una isla donde la represión no da tregua, pero tampoco garantiza seguridad ni estabilidad.
