El régimen cubano volvió a salir con la misma muela de siempre: que los apagones van a ser “menos” y que pronto el panorama mejorará. Esta vez fue el ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, quien intentó calmar a un pueblo que ya está cansado de pasar la vida a oscuras.
En conferencia de prensa reconoció que el sistema eléctrico está en una situación “tensa” y que este martes las afectaciones superaron los 2,000 megawatts en todo el país. Dicho de otra forma: medio país apagado.
El ministro prometió que la entrada en funcionamiento de motores en Mariel y la incorporación de la unidad 1 de la termoeléctrica Felton “cambiarán la situación para bien”. Claro, acto seguido aclaró que no desaparecerán los apagones, solo que “en el día serán menores”. Y ahí mismo quedó claro que las palabras no son más que otra promesa hueca de las tantas que ya nadie cree.
Según De la O Levy, el desastre reciente se debe a la salida imprevista de varias centrales, entre ellas Renté y la 10 de Octubre, además de una avería en el sistema de agua de mar en Mariel. Como justificación agregó que los motores reparados en esa planta ya están sincronizados al sistema gracias al “apoyo” de talleres de la Unión de Industria Militar. En otras palabras: otra muestra del militarismo metido hasta en los apagones.
Incluso relató con tono triunfalista que una unidad en Nuevitas falló y generó oscilaciones tan fuertes que el SEN estuvo a punto de caerse, pero que gracias a la “reacción del despacho” se evitó un apagón nacional. Un relato presentado como “logro revolucionario”, aunque en realidad lo que muestra es lo precario y endeble del sistema eléctrico.
Con Felton, asegura el ministro, el déficit bajará, sobre todo en los horarios diurnos. Pero reconoce que las noches seguirán siendo el infierno de siempre, cuando se acumula la mayor demanda y ya no hay respaldo solar. Ahí mismo admite que el problema es estructural: “La situación seguirá siendo tensa”, dijo, intentando disfrazar lo que es una crisis sin salida a corto plazo.
El gobierno insiste en que apuesta a los parques solares y que ya hay más de 600 megawatts instalados. Pero el propio ministro confesó días atrás que sin esas fuentes renovables la situación sería peor, demostrando así la dependencia total de un sistema frágil, con termoeléctricas que colapsan una tras otra.
Mientras tanto, la vida del cubano de a pie se consume entre apagones eternos, equipos rotos por los bajones de corriente y noches en vela bajo el calor insoportable. La protesta en Cojímar, que obligó a desplegar un fuerte operativo policial, es apenas una muestra del malestar creciente.
A esto se suma que el régimen admite tener problemas para sostener el alquiler de las patanas turcas, que hasta ahora servían de respiración artificial al sistema eléctrico. Sin ese respaldo, la realidad es clara: los apagones seguirán siendo masivos, largos y cada vez más insoportables.
