En Holguín, los comedores del Sistema de Atención a la Familia (SAF), creados supuestamente para “proteger” a los más pobres, se han convertido en un retrato crudo de la miseria que se vive en Cuba. El menú casi nunca cambia: arroz y chícharos aguados, con raciones mínimas y un “plato fuerte” que brilla por su ausencia.
Los ancianos que dependen de estos centros lo dicen sin rodeos: allí se sobrevive, no se come. En Villa Nueva y La Guantanamera, dos unidades del SAF en la ciudad, los comensales coinciden en que la comida es poca, repetitiva y de mala calidad.
Heremio Torres, un jubilado con problemas de visión, contó que el pollo solo aparece cuando hay visitas oficiales, como si fuera un espectáculo preparado para tapar la realidad. Y Mauri Herrera, un profesor retirado, lo resumió con ironía amarga: “pasamos semanas enteras a base de arroz con caldo de chícharos”.
Platos de “balines” y fogones de leña
Norge Tamayo Ferraz, administrador de la unidad El Crisol, reconoció que los insumos llegan en tan mal estado que ni cumplen con lo que está establecido. Y los comensales lo confirman: los granos parecen balines, imposibles de comer.
Los cocineros, por su parte, tienen que lidiar con “condiciones infrahumanas”. Cocinan en fogones improvisados de leña, sin gas licuado desde hace más de un año, ablandando granos de pésima calidad para cientos de ancianos. Una escena más parecida al siglo XIX que a un país que presume de potencia médica y social.
Escasez en todo: insumos, verduras y hasta beneficiarios
Conseguir viandas, vegetales o especias es un lujo, porque los precios son inalcanzables y los topes de venta absurdos. Empresas estatales como EMPA y Acopio, responsables de abastecer estos comedores, entregan siempre por debajo de lo solicitado.
En agosto, de más de 9 toneladas de chícharos prometidas, apenas llegaron cuatro. Eso obligó a repartir una sola ración diaria o, peor, servir solo arroz blanco con un “plato fuerte” esporádico de huevo o masa de croquetas.
Como si fuera poco, el papeleo para incluir a nuevos beneficiarios es tan lento que ancianos como Santiago Soler, de más de 80 años, esperan meses para recibir la aprobación, mientras siguen pasando hambre. Afuera, las colas después del reparto muestran que el hambre no distingue entre los que tienen carnet del SAF y los que no.
Promesas vacías y propaganda
Funcionarios del Mincin y de Economía y Planificación repiten el mismo cuento: que trabajan para equilibrar recursos y priorizar a los más vulnerables. Pero la realidad en Holguín demuestra lo contrario. En los 121 centros de la provincia, que deberían atender a más de 6,000 personas, lo único que se reparte a diario es desnutrición y desesperanza.
Granma insiste en recordar que el SAF “nació en 1998 para favorecer a los más vulnerables”. Lo que nunca dice el oficialismo es que en 2021, tras la desastrosa Tarea Ordenamiento, el precio de una ración subió de 2 a 26 pesos. Más de 77,000 ancianos tuvieron que abandonar los comedores porque no podían pagarlos, incluso con el supuesto aumento de pensiones.
Pensión mínima: una burla disfrazada de ayuda
Desde septiembre de 2025, el régimen anuncia con bombo y platillo que la pensión mínima sube a 4,000 CUP. Pero la gente sabe que eso no resuelve nada. Con el dólar en la calle a 420 pesos y el euro a casi 480, esa pensión se convierte en apenas 9 dólares. Un dinero que en cualquier país del mundo alcanza solo para un día de gastos básicos.
Por eso no sorprende que cada vez más ancianos busquen comida en la basura, mientras proyectos independientes denuncian que la crisis alimentaria en Cuba golpea con más fuerza a los de la tercera edad.
Historias de hambre y dignidad rota
Reportajes en Matanzas y La Habana muestran lo mismo: jubilados que trabajaron toda su vida y ahora mendigan un pedazo de pan. Influencers como Listillo Cubano han recorrido las calles entregando dinero a abuelos, y las respuestas son demoledoras: pensiones de miseria que no alcanzan ni para un cartón de huevos.
Orlando Regueiro, un anciano de 83 años en Ciego de Ávila, lo dijo con la voz quebrada: “camino las calles pidiendo un pedacito de pan, pero casi nadie puede darme”. Y proyectos humanitarios como Aliento de Vida recogen deseos tan simples como un poco de arroz, un pedazo de pollo o un litro de aceite. En Cuba, los abuelos no sueñan con lujos, sueñan con poder comer.
La realidad de los SAF en Holguín es solo un ejemplo más de cómo el régimen abandona a quienes más necesitan ayuda. Mientras en los discursos hablan de justicia social y solidaridad, en la vida real los viejitos sobreviven a base de arroz y chícharos, condenados a un sistema que les roba la dignidad junto con el pan de cada día.
