Adermis Wilson González, el cubano que en 2003 protagonizó un sonado secuestro aéreo para escapar de la Isla, terminó siendo deportado a México después de pasar casi tres meses detenido en un centro migratorio en Texas. El dato más escandaloso: el régimen cubano se negó a recibirlo, como suele hacer con los nacionales que tienen antecedentes penales, dejándolo en un limbo legal.
Wilson, hoy con 56 años, cumplió una condena de 20 años en Estados Unidos por piratería aérea y salió en libertad en 2021 por motivos humanitarios, debido a su frágil estado de salud. Sin embargo, su futuro sigue marcado por la incertidumbre.
El traslado hacia México se hizo en autobús junto a otros 40 deportados, varios de ellos cubanos, sin papeles ni garantías. “Los soltaron después de tomarles una foto”, contó a Café Fuerte su hermana Yolaine, quien también reveló que la familia le envió dinero para sobrevivir en tierra mexicana. Según explicó, Adermis logró rentar un cuarto compartido con otro deportado, aunque prefirieron no revelar su paradero exacto.
Para su familia, lo único positivo es que no lo mandaron a un país africano, como ha ocurrido con otros migrantes, lo que habría complicado aún más su situación.
El nombre de Wilson quedó grabado en la historia de Cuba aquel 31 de marzo de 2003, cuando secuestró el vuelo Nueva Gerona-La Habana de Cubana de Aviación. Iba armado con dos granadas falsas y obligó al piloto del Antonov-24, con 46 pasajeros a bordo, a dirigirse a Miami. El combustible no alcanzó y el avión tuvo que aterrizar en La Habana.
Fueron 14 horas de negociaciones tensas, con la participación directa de Fidel Castro y del entonces jefe de la Oficina de Intereses de Estados Unidos, James Cason. Finalmente, el avión salió hacia Key West escoltado por cazas F-15 y un helicóptero Black Hawk. Ya en suelo estadounidense, Wilson se entregó sin que nadie resultara herido.
Durante su tiempo en prisión, aprovechó cada oportunidad: aprendió inglés, se graduó como ingeniero civil en la Universidad de Pensilvania en 2013 y hasta obtuvo una maestría en Logística en la Universidad de Carolina del Norte. Tras cumplir su sentencia en Carolina del Sur, ICE inició su proceso de deportación, aunque inicialmente fue suspendido por razones humanitarias.
El pasado 29 de junio todo cambió. Wilson fue detenido en Houston durante un operativo de ICE que incluyó más de 1,300 inmigrantes con antecedentes penales. Su caso terminó en una deportación forzosa a México, en medio de la ofensiva migratoria que se intensificó bajo la administración Trump, luego de que la Corte Suprema avalara los envíos de migrantes a terceros países.
El Departamento de Seguridad Nacional (DHS) ha señalado lugares insólitos como destino de deportados rechazados por sus países: Esuatini, Uganda, Sudán del Sur o El Salvador. México, aunque no aparece en la lista, ha sido receptor de varios cubanos en estas condiciones.
Cuba, por supuesto, sigue aplicando su política de lavarse las manos con sus propios ciudadanos, negándose a recibir a aquellos que considera “indeseables”, incluso cuando se trata de personas enfermas o mayores. El resultado: hombres y mujeres cubanos abandonados a su suerte en países terceros, lejos de su familia y sin papeles.
El caso de Wilson es especialmente llamativo porque es el primer cubano que huye de la Isla tras un secuestro aéreo y, después de cumplir condena en Estados Unidos, termina expulsado a un tercer país.
Su familia vive el drama de cerca. Su madre, de 87 años y enferma de Alzheimer, reside en Houston y apenas entiende lo que pasa con su hijo. Wilson, por su parte, ya había confesado en 2021 su desesperación: “Sería la ironía más grande de la vida, salir huyendo de Cuba para morir en un centro de inmigración del país más poderoso del mundo”, dijo en una llamada desde la cárcel.