Un incendio en plena madrugada volvió a encender las alarmas en Santiago de Cuba. Esta vez las llamas alcanzaron los grupos electrógenos de fuel oil de la Central Termoeléctrica Antonio Maceo, más conocida como Renté, justo cuando el país atraviesa una de sus peores crisis energéticas en décadas.
Según relatos publicados en redes sociales, el fuego comenzó alrededor de la 1:00 de la madrugada del 21 de septiembre, afectando las instalaciones auxiliares que funcionan con fuel oil pesado. El propio funcionario del MINSAP, Aris Arias Batalla, lo confirmó en su perfil de Facebook, generando de inmediato un aluvión de comentarios de preocupación de santiagueros y cubanos en general.
A la zona llegaron los comandos de bomberos de Martí y Vista Alegre, cisternas de Agua Santiago, brigadas de la Cruz Roja y equipos de la UNE. También se aparecieron, como de costumbre, las autoridades del Partido Comunista, el gobierno provincial y oficiales del MININT. El despliegue de poder no oculta lo esencial: la crisis eléctrica sigue mostrando que el castrismo perdió el control del sistema que prometió mantener “seguro y estable”.
Por ahora, la versión oficial asegura que no hubo heridos ni fallecidos y que la planta principal no corrió peligro directo. Sin embargo, las investigaciones para esclarecer las causas aún no arrancan del todo. Mientras tanto, los vecinos no se tragan el cuento: un incendio así, en medio del colapso energético nacional, solo confirma la fragilidad total del SEN.
El desastre en Renté no llegó solo. Apenas unas horas antes, la Unidad 5 salió de servicio por un salidero en el horno, y un día antes la Unidad 3 también había quedado fuera de línea por “bajo vacío”, tras solo 11 horas de sincronización. Con estas caídas consecutivas, la central prácticamente dejó de aportar electricidad estable al oriente del país. Es el retrato vivo de una termoeléctrica exprimida por más de 40 años, sin piezas de repuesto, sin mantenimiento real y abandonada a su suerte por el régimen.
El contexto nacional es aún más desolador. El déficit en el horario pico supera habitualmente los 1,800 megawatts, más de la mitad de lo que el país necesita para funcionar. Otras plantas como Felton, Mariel, Santa Cruz y Céspedes también tienen unidades fuera de servicio, mientras decenas de grupos electrógenos están paralizados por falta de diésel y hasta 100 megawatts adicionales siguen detenidos por escasez de lubricantes.
Aunque las autoridades repiten que la planta principal de Renté está “a salvo”, lo cierto es que cada incendio, cada explosión y cada rotura deja claro que el Sistema Electroenergético Nacional es un castillo de naipes al borde del derrumbe. Y como siempre, quienes pagan el precio son los cubanos de a pie, condenados a apagones interminables mientras la cúpula del poder sigue viviendo a toda luz.
