El dolor de perder a un hijo nunca desaparece, pero algunas madres encuentran maneras muy especiales de mantener viva su memoria. Ese es el caso de Eliannis Ramírez, madre del pequeño cubano Damir Ortiz, quien decidió tatuarse en el brazo un diseño en honor a su niño, fallecido en abril tras luchar contra un agresivo sarcoma de Ewing.
El tatuaje, realizado por el estudio Thefatherinktattoo2, no fue un trabajo cualquiera. En sus redes sociales compartieron la experiencia y describieron el momento como “lleno de emociones, de tristeza y también de alegría al cumplir uno de los sueños que la mamá de Damir quiso hacerse”. Más que tinta, fue un acto de amor y resistencia contra el olvido.
Detrás de este homenaje, hay una historia que duele. En abril pasado, Eliannis denunció públicamente que su hijo había sido víctima de un error médico en Cuba. Según relató, a Damir le diagnosticaron mal su enfermedad: mientras en realidad padecía sarcoma de Ewing, los médicos lo trataron con quimioterapia para leucemia de Burkitt, un fallo que, asegura, le costó la vida a su hijo.
Las palabras de la madre siguen retumbando en redes sociales: “Mi hijo tenía un sarcoma de Ewing y tus médicos asesinos le metieron quimioterapia para leucemia de Burkitt por su columna”. Un mensaje lleno de rabia, impotencia y dolor contra un sistema de salud que ella señala como responsable.
El calvario médico de Damir fue largo y cruel. Pasó por tres mielogramas y tres biopsias de médula ósea sin que los especialistas lograran dar con un diagnóstico certero. Para Eliannis, esa cadena de errores demuestra la incapacidad del sistema de salud pública en Cuba, al que calificó de fallido y cómplice de la tragedia: “Me lo mataron”, escribió en un post que conmovió a miles.
Pero la historia tuvo un giro cuando Damir fue trasladado a Estados Unidos. Allí, en el Nicklaus Children’s Hospital de Miami, especialistas confirmaron lo que en Cuba nunca detectaron: el niño no padecía leucemia. La verdad salió a la luz demasiado tarde.
Durante ese proceso, Eliannis decidió guardar silencio sobre el diagnóstico real para proteger el caso y no darle tiempo al régimen de prepararse legalmente. Fue gracias al esfuerzo de activistas como Diasniurka Salcedo, quien gestionó la visa humanitaria, que el pequeño pudo salir de la isla, aunque ya con la salud muy deteriorada.
Hoy, el tatuaje de Eliannis no solo es un tributo a su hijo, sino también un grito contra la negligencia médica y un recordatorio de que detrás de cada cifra de pacientes hay una vida que merece ser cuidada. Una historia de dolor, pero también de amor eterno.