Un accidente de enormes proporciones estremeció la mañana de este lunes 22 de septiembre en Santa Clara, donde dos ómnibus chocaron de frente en la carretera de La Esperanza, en un tramo conocido como La Rosita. El saldo preliminar es de 45 personas heridas, entre ellas varios niños, lo que ha encendido las alarmas entre la población.
Las imágenes que circulan en redes sociales muestran los vehículos destrozados en la parte delantera, señal clara de que el impacto fue brutal. Vecinos de la zona lo describieron como una escena “devastadora”, mientras intentaban auxiliar a los lesionados antes de que llegara la ayuda oficial.
Según reportes difundidos por usuarios en Facebook y replicados por medios locales, 40 de los heridos fueron llevados al hospital “Arnaldo Milián Castro”, mientras que cinco menores permanecen ingresados en el Hospital Pediátrico “José Luis Miranda”. Entre los lesionados, dos adultos están en estado crítico y fueron clasificados en “código rojo”.
El accidente movilizó de inmediato a equipos de rescate, personal médico y la Policía Nacional Revolucionaria. Sin embargo, una vez más se repite el patrón conocido: la población actuando primero, mientras el Estado aparece después con la misma retórica vacía de siempre. Hasta ahora, el régimen no ha ofrecido ninguna explicación oficial sobre las causas del choque ni sobre el estado técnico de los ómnibus, que casi siempre circulan con más remiendos que seguridad.
En Cuba, donde el transporte público es un desastre y las carreteras parecen campos minados de huecos, los accidentes masivos se han vuelto parte del pan de cada día. El régimen sigue llamando a la “prudencia de los choferes”, pero nunca habla del abandono total en infraestructura ni de la circulación de guaguas viejas y destartaladas que deberían estar en un museo, no rodando con decenas de pasajeros a bordo.
Este accidente en Villa Clara se suma a la larga lista de tragedias que exponen la crisis del transporte y la negligencia estatal. Mientras los voceros oficiales tratan de maquillar la realidad, la gente sabe que la verdadera causa de tanto dolor está en un sistema incapaz de garantizar lo más básico: carreteras seguras y medios de transporte dignos.
