La masonería cubana vuelve a estar en el ojo del huracán tras la devolución de una millonada de pesos que había desaparecido de las arcas de la Gran Logia de Cuba (GLC). El periodista Mario J. Pentón confirmó que dos exdirigentes de alto rango, Mario Urquía Carreño (ex Gran Maestro) y Airam Cervera Reigosa (ex Gran Tesorero), devolvieron nada menos que cinco millones de pesos cubanos, luego de ser señalados por malversación.
La auditoría inicial había destapado un hueco de 4,7 millones de CUP y, por si fuera poco, un faltante de 19 mil dólares estadounidenses cuyo destino sigue siendo un misterio. Ese dinero nunca apareció ni tiene explicación clara, un detalle que sigue levantando sospechas entre los propios masones.
La devolución se hizo bajo la mirada de las autoridades estatales, dejando al descubierto el férreo control del régimen sobre la masonería, una institución que históricamente se había defendido como autónoma e independiente. Lo que antes fue un símbolo de libertad y pensamiento crítico, hoy está atrapado en el puño del castrismo.
Lejos de calmar la tormenta, la crisis interna se ha puesto más dura. El actual Gran Maestro, Mayker Filema Duarte, sigue aferrado al cargo con el apoyo abierto del gobierno, aunque buena parte de la hermandad lo rechaza. Entre los masones se repite una palabra: la institución está secuestrada.
Ante este panorama, varios hermanos han decidido organizar encuentros y asambleas fuera de la estructura oficial, siguiendo al Gran Maestro por Sustitución Reglamentaria, Juan Kessel, quien según los estatutos es la alternativa legítima. Este movimiento busca rescatar la institución de las garras del control político y devolverle la voz a la base masónica.
La situación ha puesto contra la pared la credibilidad de una organización centenaria que alguna vez tuvo un rol fundamental en la historia de Cuba. Hoy enfrenta descrédito, división y la sombra de la manipulación gubernamental.