El régimen cubano acaba de lanzar otra de sus campañas de manual: una recolección nacional de firmas en apoyo a Nicolás Maduro y a la llamada “fusión popular, militar y policial” en Venezuela. Según anunciaron, la movida se extenderá del 24 al 30 de septiembre y abarcará centros de trabajo, escuelas y comunidades, es decir, todo el país bajo el mismo guion.
El diario oficial Granma presentó la iniciativa como un respaldo a la declaración del Gobierno titulada “Urge impedir una agresión militar contra la República Bolivariana de Venezuela”. En palabras de Roberto Morales Ojeda, secretario de Organización del Comité Central del Partido Comunista, al final de la jornada “serán millones de cubanos y cubanas los que refrendarán” ese documento, el cual será enviado directo al Palacio de Miraflores como regalo político para Maduro.
La Agencia Cubana de Noticias se sumó a la propaganda con llamados en redes a una “jornada masiva de solidaridad” para respaldar al “presidente legítimo” de Venezuela. Pero todos sabemos que de espontáneo esto no tiene nada: es el mismo teatro de siempre, donde la firma no es un gesto libre, sino un acto de obediencia.
En la práctica, este tipo de procesos se convierten en un mecanismo de presión y control social. Quien no firme queda marcado, corre el riesgo de ser señalado en el trabajo, sancionado en la escuela o excluido de actividades oficiales. En otras palabras, las rúbricas no son apoyo sincero, son el reflejo de la coerción y el miedo que pesan sobre cada cubano.
Lo más irónico es que esta campaña llega justo cuando el régimen definió sus prioridades para 2025: reforzar el adoctrinamiento político, la defensa y el orden interior por encima de la economía. Durante la última sesión de la Asamblea Nacional, el primer ministro Manuel Marrero lo dijo sin tapujos: “lo político constituye la base sobre la cual se deben construir todas las demás acciones”.
Ese mensaje lo resume todo. Mientras el pueblo se las ve negras con la escasez, la inflación y el deterioro de la vida diaria, el castrismo concentra sus esfuerzos en movilizaciones propagandísticas que no resuelven ni el pan de la mesa ni el transporte para ir al trabajo.