En Cuba, cualquier hecho de violencia suele ser usado como excusa para reforzar el control político, y lo ocurrido este fin de semana no fue la excepción. La Policía Nacional Revolucionaria (PNR) se declaró en “alerta” después del asesinato del capitán Leonel Mesa Rodríguez, un jefe de sector en Caibarién, y desde entonces el régimen ha desplegado un intenso show de actos políticos y mediáticos para convertir el crimen en una supuesta amenaza contra la estabilidad nacional.
El oficial, de 62 años, fue hallado sin vida la madrugada del viernes en un tramo de carretera entre Remedios y Caibarién. Su cuerpo presentaba seis heridas de arma blanca y un disparo en la cabeza. Junto a él apareció la motocicleta oficial que utilizaba en sus labores. Una escena brutal que las autoridades no tardaron en vincular con “acciones de subversión” contra el sistema.
El presunto autor del crimen fue detenido en Remedios y, según el Ministerio del Interior (MININT), en su poder se encontraron la pistola reglamentaria del capitán y el arma blanca utilizada. Con esos elementos, el caso se cerró rápido en la narrativa oficial: más que un delito común, un ataque político.
Desde entonces, la maquinaria propagandística del régimen entró en acción. En medios como Canal Caribe se transmitieron ceremonias de “reafirmación revolucionaria” donde policías juraban lealtad al sistema y condenaban “los intentos del enemigo de subvertir el orden y la tranquilidad”. En La Habana, todos los municipios organizaron actos similares, según reportó Tribuna de La Habana, como si el país entero necesitara aplaudir un guion ya conocido.
Las redes sociales oficiales también se sumaron. El perfil de Minint Hoy publicó imágenes de policías en Sancti Spíritus sosteniendo fotos de Raúl Castro y leyendo comunicados de compromiso político. Más que homenajes a un oficial asesinado, todo parecía un montaje para reforzar la idea de que el crimen fue un ataque al Estado y no un hecho aislado de violencia.
El gobernante Miguel Díaz-Canel tampoco dejó pasar la oportunidad. Durante el inicio del IV Ejercicio Nacional de prevención y enfrentamiento al delito, repitió la necesidad de garantizar “tranquilidad ciudadana, disciplina social y respeto al orden interior”. Lo dijo justo cuando las protestas por apagones, hambre y crisis de servicios básicos crecen en todo el país.
“El enfrentamiento al delito debe ser una tarea cotidiana”, declaró. Y aunque en teoría hablaba de seguridad ciudadana, en la práctica su mensaje coincide con la represión de manifestaciones pacíficas. Decenas de cubanos cumplen condenas de entre 3 y 9 años de prisión por gritar consignas como “Libertad” o “Patria y Vida”.
Un crimen trágico se ha convertido en combustible para endurecer el control social y justificar más represión. Una historia demasiado repetida en Cuba, donde la “alerta” de la policía casi nunca es para proteger al pueblo, sino para proteger al sistema.