Cinco vecinos de Yateras, Guantánamo, fueron condenados a prisión por “contaminar los suelos” tras dedicarse a la extracción ilegal de oro en el río Toa. El juicio, organizado por el Tribunal Municipal Popular, terminó con sanciones de entre un año y medio hasta más de dos años de cárcel, según divulgó la prensa oficialista.
Las autoridades afirmaron que los acusados trabajaban en la zona de Piedra la Vela, dentro del Parque Nacional Alejandro de Humboldt, declarado Patrimonio de la Humanidad. Allí, en plena manigua oriental, buscaban unas pepitas de oro para sobrevivir, mientras el Estado los acusa de dañar el medioambiente.
Además de la prisión, los condenados recibieron castigos adicionales: confiscación de herramientas, pérdida de derechos ciudadanos y prohibición de viajar al extranjero mientras dure la sanción. El régimen insiste en que todo el proceso se hizo “respetando las garantías” de la Constitución, aunque cualquiera en Cuba sabe que la justicia responde al poder político y no al pueblo.
El trasfondo que el régimen oculta
El discurso oficial se centra en hablar de “daños ambientales” y “reservas de la nación”, pero nunca reconoce lo esencial: la crisis brutal que empuja a miles de cubanos a arriesgarse en la minería clandestina porque no tienen otra salida. En un país donde el salario no alcanza ni para comer, buscar oro se convierte en una alternativa desesperada.
En las últimas semanas, las fuerzas represivas también anunciaron la detención de otros cuatro hombres en Moa, Holguín. Según su versión, les confiscaron más de 418 mil pesos en efectivo, piezas de oro y equipos para procesar tierra. Igual que en Yateras, los acusaron de “actividad económica ilícita y contaminación de suelos”.
No es la primera vez que ocurre. En agosto, un campesino fue atrapado en Las Tunas con un molino artesanal para procesar oro, y meses atrás en Santa Clara se desmanteló un campamento entero de minería ilegal. El régimen los exhibe como delincuentes, cuando en realidad son víctimas de un sistema que les cierra todas las puertas.
La fiebre del oro como reflejo de la crisis
La llamada “fiebre del oro” en el oriente cubano no se explica solo como un problema medioambiental. Es el retrato de la precariedad, el hambre y la desigualdad que marcan la vida cotidiana en la isla. Mientras la élite del poder vive a cuerpo de rey, el pueblo se lanza a ríos, montañas y cañadas en busca de lo que el Estado le niega: una posibilidad de vivir con dignidad.
En vez de garantizar empleos dignos y salarios reales, el régimen responde con condenas y represión. Así, convierte la necesidad en delito, y criminaliza a quienes simplemente intentan sobrevivir en un país donde la riqueza está secuestrada por el Partido y sus militares.