El propio Francisco Durán, director nacional de Higiene y Epidemiología del régimen, no tuvo más remedio que reconocer lo que la gente ya comenta en la calle: en Matanzas hay un brote de arbovirosis que incluye al temido chikungunya, reaparecido desde junio y julio en plena crisis sanitaria del país.
Como siempre, los medios oficialistas trataron de tapar el sol con un dedo, asegurando que “no hay pacientes graves ni críticos” y que los hospitales “no están colapsados”. Pero cualquiera que viva en Cuba sabe que la realidad es otra: los casos febriles se disparan, mientras la población se hunde entre la basura, los apagones y la falta de medicinas. El Gobierno insiste en repetir el cuento del “sistema de salud ejemplar”, cuando la verdad es que ya no resiste ni un catarro.
Matanzas en el ojo del huracán
Durán reconoció que, además del dengue que nunca han podido controlar, también circulan chikungunya y oropouche, otra arbovirosis transmitida por diferentes mosquitos. El brote no se queda en Matanzas, porque otras provincias ya reportan casos y el riesgo se expande por todo el país.
El Aedes aegypti y el Aedes albopictus siguen siendo los grandes protagonistas de la crisis. Estos mosquitos tienen un banquete asegurado gracias al abandono oficial: solares llenos de escombros, charcos, basureros y falta de saneamiento. El calor insoportable, las lluvias y la suciedad completan la receta perfecta para la propagación, mientras el régimen responsabiliza al pueblo de un desastre que es consecuencia directa de su ineficacia.
Medidas recicladas y promesas vacías
El discurso de Durán sonó al mismo guion de siempre: pesquisas, fumigaciones, tratamiento focal… fórmulas gastadas que llevan décadas sin resultados reales. En Matanzas, y especialmente en Colón, la situación se agrava. Solo en la última semana se registraron 435 nuevos síndromes febriles, y el hospital local ya tiene 40 camas ocupadas por enfermos y cinco pacientes con signos de alarma.
De los 239 ingresos reportados, casi la mitad son niños, un dato estremecedor que muestra cuán desprotegida está la población más vulnerable.
El mismo cuento de nunca acabar
Intentando salvar la cara, Durán comparó la situación con la de otros países de la región. Pero la diferencia es abismal: mientras en América Latina se invierte en recursos y estrategias serias, en Cuba todo se resuelve con improvisación y consignas vacías.
Aunque el epidemiólogo insista en que no hay colapso hospitalario, cualquiera que haya pisado un hospital cubano sabe la verdad: falta de camas, de medicamentos, de personal, y una higiene que deja mucho que desear. El sistema de salud, ese que el régimen aún vende como trofeo propagandístico, está en ruinas, y crisis como esta lo ponen en evidencia una y otra vez.
En definitiva, el brote de chikungunya en Matanzas es mucho más que un problema epidemiológico: es el reflejo de un país donde el Gobierno ha abandonado a su gente, dejándola a merced de los mosquitos, las enfermedades y el desastre sanitario que ellos mismos han creado.