En Jobabo, Las Tunas, más de 200 kilos de carne y otros productos terminaron en la basura tras descomponerse en el Centro de Elaboración de la Empresa de Comercio y Gastronomía. El desastre, denunciado incluso por la emisora local Radio Cabaniguán, es otro retrato de cómo la combinación de apagones interminables, falta de combustible y desidia administrativa golpea al pueblo cubano.
El propio director del centro, Carlos Labrada Rodríguez, reconoció que el desastre comenzó por un fallo en el sistema de refrigeración de una de las cámaras frías. Para colmo, el grupo electrógeno que debía suplir la corriente no siempre se encendía porque, como ya es costumbre, no había diésel. A eso se sumó lo que él mismo llamó “descuidos humanos”: nadie se dio cuenta de que media nevera llevaba horas sin enfriar.
Entre lo que se echó a perder había más de 40 kilos de masa de croquetas, 72 de picadillo, 26 de mortadela, 22 libras de camarón, queso, carne deshuesada y hasta 34 libras de res que provenían de un decomiso policial. Los inspectores de Salud certificaron que todo estaba en mal estado y ordenaron la incineración.
Los vecinos, indignados, comentaron que esos alimentos, en vez de quemarlos, al menos podían haberse entregado a familias necesitadas o usado como pienso animal. Pero ni eso. El destino final fue el fuego, mientras en las casas la gente sigue inventando qué poner en la mesa.
El director admitió con toda naturalidad que no es la primera vez que ocurre algo parecido en la unidad. Y aunque ahora asegura que ya tienen combustible para mantener el motor encendido cada dos horas, el mal está hecho. Los trabajadores, que dependen de los resultados económicos de la empresa para cobrar, también saldrán golpeados en sus bolsillos.
La verdadera víctima, sin embargo, es la comunidad. Porque en un país donde conseguir proteínas es casi un milagro, ver cómo se pudren y se queman más de 200 kilos de carne es una cachetada para un pueblo que sobrevive entre colas, apagones y precios disparados.
El propio Labrada lo resumió diciendo: “Es doloroso que estos productos se hayan echado a perder, más hoy como está la situación del pueblo”. Doloroso sí, pero sobre todo inadmisible en un sistema donde la negligencia del Estado siempre termina convertida en hambre para los de abajo.
