En Cuba, alzar la voz puede convertirse en una condena. Eso le pasó a Ana Ibis Tristá Padilla, una activista tunera de 34 años y esposa del preso político Damián Hechavarría Labrada, quien acaba de ser sentenciada a 14 años de prisión por supuestos delitos de “propaganda contra el orden constitucional” y “otros actos contra la Seguridad del Estado”. Un castigo que huele más a represión que a justicia.
La noticia corrió como pólvora. La Sala de Delitos contra la Seguridad del Estado del Tribunal Provincial de Santiago de Cuba dictó la sanción y, sin darle tiempo a nada, Ana Ibis fue detenida en el acto y trasladada directo a prisión. Todo esto, en un proceso cuestionado por organizaciones de derechos humanos que denuncian falta de pruebas reales y un objetivo claro: intimidar a cualquiera que piense distinto.
¿El supuesto delito? Una protesta pacífica en Las Tunas, convocada en 2023, que ni siquiera llegó a realizarse. Sí, como lo lees: condenada por un hecho que nunca ocurrió. “Esto no es justicia, es represión pura”, dijo un miembro del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH), recordando que el caso es más un castigo ejemplarizante que un proceso judicial.
Pero para entender la historia de Ana Ibis, hay que remontarse a la de su esposo. En abril de 2021, Damián se convirtió en uno de los primeros en gritar “¡Patria y Vida!” en plena calle, después de romper una multa abusiva por vender plantas ornamentales para cuidar a su madre enferma. Su acto, transmitido en vivo, fue una chispa que anticipó el descontento que explotaría en el 11J. La respuesta del régimen fue inmediata: cinco años de cárcel para él y prisión también para quienes lo acompañaban.
Desde ese día, Ana Ibis se convirtió en una voz incómoda. En redes, en entrevistas, en declaraciones, siempre alzando la voz por su esposo y por otros presos políticos. Esa firmeza la puso en la mira del régimen, y su reciente condena parece confirmar que ser valiente en Cuba se paga caro.
Lo más grave es que ya había sido absuelta en un primer juicio en 2024 por falta de pruebas. Pero meses después, la Fiscalía recurrió, el Tribunal Supremo respaldó, y el caso volvió a abrirse. Sin evidencias nuevas, sin testigos independientes y basándose únicamente en informes de la Seguridad del Estado, el tribunal cambió de opinión y dictó sentencias largas: 14 años para Ana Ibis, 13 para Jarol Varona, 5 para Félix Daniel Pérez y 4 para Christian de Jesús Peña.
La excusa oficial: publicaciones en redes sociales, asesorías sobre cómo amplificar mensajes y supuestas conexiones con grupos opositores en el exterior. Nada concreto, todo interpretado. Y aun así, suficiente para encerrar a cuatro personas.
Hoy, Ana Ibis y Damián están presos, pero sus voces siguen vivas. Ella lo dijo sin titubear: “Estoy orgullosa de mi esposo, igual que él de mí. No me van a callar”. Y él, desde la cárcel, reafirmó: “Mi alma es libre. Yo soy un patriota”. Dos frases que resumen lo que muchos en Cuba sienten: que aunque encarcelen los cuerpos, las ideas viajan más lejos que cualquier reja.
