Después de 484 días bajo custodia en centros de detención de inmigración en Estados Unidos, la exjueza cubana Melody González Pedraza fue finalmente deportada este jueves a La Habana, cerrando un proceso cargado de polémica que puso sobre la mesa un debate clave: ¿qué hacer con los funcionarios del régimen que buscan reinventarse en el exilio después de haber servido como piezas del engranaje represivo?
El periodista Mario J. Pentón, de Martí Noticias, confirmó la noticia y recordó que la llegada de González a Tampa en mayo de 2024 provocó una ola de rechazo entre el exilio. Su nombre no era nuevo para nadie: aparecía en la lista de represores de la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba, una señal inequívoca de que su historia no quedaría enterrada tan fácil.
La exjueza intentó colarse en EE.UU. a través del parole humanitario, pero su entrada fue denegada casi de inmediato. Más tarde pidió asilo, alegando persecución, pero la justicia estadounidense fue clara: no hay asilo para verdugos disfrazados de víctimas.
Antes de salir de la isla, González firmó con su puño y letra condenas de tres y cuatro años de prisión contra cuatro jóvenes acusados de lanzar cócteles molotov. Aquellos juicios fueron un circo: sin pruebas reales, con confesiones arrancadas bajo presión y con la Seguridad del Estado manejando los hilos desde la sombra.
La reacción de las víctimas
El regreso de la exjueza a Cuba fue recibido con alivio por quienes sufrieron sus sentencias. Una madre de los jóvenes condenados confesó a Martí Noticias: “Me dieron una muy buena noticia. Estoy contenta porque ya me avisaron de que la exjueza Melody González fue deportada. Muy buen trabajo a todos los que tuvieron que ver. Muchas gracias y muchas bendiciones”.
Las víctimas saben que, aunque nada borra lo vivido, al menos se hizo justicia en el sentido moral: Estados Unidos no le dio refugio a alguien que cargaba en sus manos con condenas políticas contra inocentes.
Una represora sin disfraz
El caso levantó otra vez la discusión sobre los exfuncionarios del castrismo que, tras años de obediencia ciega al Partido Comunista, intentan reciclarse en el extranjero como simples emigrantes. El abogado Santiago Alpízar lo dejó claro en entrevista con Pentón: “Ella víctima no es. A ella no le va a pasar absolutamente nada en Cuba, incluso puede que le den una medalla”.
Ahora, de regreso en la isla, el futuro de Melody González es incierto solo en apariencia. Puede que el régimen la use como ficha y la esconda en la burocracia, o incluso que la premien por “lealtad”. Lo que está claro es que una persona que sirvió como jueza obediente al Partido, avalando sentencias amañadas y condenando a jóvenes inocentes, jamás podrá lavarse las manos ni presentarse como víctima.