En Santiago de Cuba, la Policía decidió convertir en espectáculo lo que debería ser simplemente su trabajo: devolver siete motocicletas y piezas recuperadas tras investigaciones sobre robos en la provincia. El acto fue presentado por los medios oficialistas como un triunfo, enmarcado en la llamada Jornada Nacional contra el delito y las ilegalidades, y difundido con entusiasmo por el perfil de Facebook Tocororo Cubano.
Los reportes oficialistas elogiaron a los “valerosos combatientes” del MININT y a la población que colaboró, como si recuperar bienes robados fuera una hazaña digna de ovación, cuando en realidad es una obligación básica del Estado.
Robos que no se detienen
El problema de los robos de motos no es nuevo. En Santiago de Cuba y otras provincias, las bandas actúan con impunidad: se llevan vehículos mal estacionados o sin protección y, en cuestión de horas, los desarman para vender las piezas en el mercado negro. Solo tras denuncias repetidas y registros domiciliarios es que la Policía logra recuperar algunos de los objetos sustraídos.
Pese al show mediático, los robos con violencia siguen en aumento. A finales de junio, un joven motorista perdió su moto en la rotonda de la carretera del Morro y tres meses después no hay señales de que haya sido recuperada. La devolución de siete motos no cambia la realidad: la criminalidad sigue desbordando al MININT.
Más propaganda que soluciones
En vez de enfrentar el problema con estrategias efectivas, la Policía cubana ha optado por convertir la entrega de bienes en un acto político, con discursos, autoridades presentes y cobertura mediática. Es un intento claro de proyectar eficiencia mientras la inseguridad real sigue sin control.
La ciudadanía no se deja engañar. En redes sociales, los comentarios son críticos: “De mil aparece una”, escribió un internauta, mientras otro fue más directo: “¿Ahora también es noticia que por una vez hagan su trabajo?”. Estos mensajes reflejan la percepción general: la Policía actúa para la foto, no para proteger al pueblo.
Inseguridad que golpea a todos
El auge de robos y asaltos afecta especialmente a quienes dependen de las motos para ganarse la vida: taxistas informales, repartidores y pequeños comerciantes. Perder un vehículo significa perder ingresos inmediatos en un país donde el transporte público es insuficiente y colapsado.
Mientras las denuncias crecen en redes, los medios estatales siguen resaltando shows como el de Santiago, ocultando que la mayoría de los objetos robados nunca regresan a sus dueños. La entrega de siete motos es, en realidad, la evidencia de un sistema policial reactivo y propagandístico, incapaz de frenar la delincuencia que ya se ha vuelto rutina diaria.
