El gobierno de Sancti Spíritus anda sacando pecho con un programa de viviendas hechas a partir de contenedores metálicos reciclados, un invento que el oficialismo promociona como “estrategia innovadora” para enfrentar la falta de cemento, acero y áridos.
El periódico Escambray, vocero del régimen en la provincia, anunció que se planean 133 de estas casas distribuidas en los ocho municipios espirituanos. La idea, según Néstor Borroto González, director de Vivienda, es darle “valor de uso” a esos contenedores que ya no sirven para transportar mercancías.
Pero todos sabemos que de innovación tiene poco. Esto no es más que otro paliativo ante la crisis brutal de la construcción en Cuba, una crisis que lleva años dejando a miles de familias sin techo digno.
La propaganda contra la realidad
Los diseños de estas viviendas se hacen en La Habana, bajo la Empresa de Proyectos de Arquitectura e Ingeniería del Mariel, mientras que las direcciones locales solo ponen la mano de obra para cimentar y urbanizar. El discurso oficial insiste en que estas casas tendrán “la misma habitabilidad que una convencional”, gracias a recubrimientos antitérmicos y a supuestos acabados estéticos.
Lo que no dicen es que vivir dentro de un contenedor metálico en un país tropical puede convertirse en un horno, sobre todo en zonas donde los apagones son el pan de cada día.
El propio Borroto reconoció que el plan “descansa” en esta modalidad porque los recursos son cada vez más escasos. Según explicó, los principales beneficiarios serían damnificados por ciclones y madres con varios hijos menores.
Soluciones recicladas para una crisis sin fin
Los contenedores, según el guion oficial, tendrán cocina, baño, comedor, cuartos y ventanas, con materiales locales y algunas piezas traídas del balance nacional. Todo muy bonito en el papel, pero la realidad es otra: la industria de materiales en Cuba está colapsada y el Estado no puede cumplir ni con sus propios planes de vivienda.
En Holguín y Guantánamo ya se han probado estas “casas contenedor” junto a módulos prefabricados y construcciones que evitan cemento y acero. El resultado: obras lentas, condiciones cuestionables y comunidades enteras viviendo entre la incertidumbre y la improvisación.
La población, como era de esperar, no se traga el cuento. En redes sociales abundan las críticas al diseño, la distribución de los espacios y la dudosa calidad de los materiales, además de la pregunta eterna: ¿cuánto costará realmente vivir ahí?
Entre el marketing y el abandono
En Europa y otros países, este tipo de vivienda cumple con normas estrictas de aislamiento, permisos urbanísticos y seguridad estructural. Pero en Cuba, donde lo urgente siempre se disfraza de “creativo”, las condiciones mínimas de habitabilidad suelen pasarse por alto.
Al final, el proyecto de Sancti Spíritus no es más que otro parche mal pintado para tapar la incapacidad del régimen de garantizar algo tan básico como un techo digno. La gente lo sabe, y por eso recibe con escepticismo lo que el gobierno intenta vender como un gran avance.
