La noticia saltó desde Sancti Spíritus y corrió como pólvora por las redes: dos cubanos fueron arrestados en Trinidad porque supuestamente llevaban varios billetes falsos de 100 dólares. El perfil oficialista Mi Lealtad Acrisolada no perdió tiempo y celebró el hecho como un “operativo rápido y preciso”, mostrando fotos borrosas de los jóvenes y de los billetes incautados. Pero detrás de la noticia, la gente en la calle se pregunta: ¿de verdad eran falsos o es otro capítulo del show propagandístico?
Según la publicación, los dos muchachos iban en una moto e intentaban “colocar” los billetes en la circulación local. El vocero oficial aseguró con tono triunfalista: “Cero tolerancia con los estafadores”. Sin embargo, el detalle curioso es que, como siempre, no se mostraron pruebas contundentes de la falsificación ni se explicó cómo se determinó que esos billetes eran falsos. Y claro, eso deja un mar de dudas.
Lo cierto es que este caso no es un hecho aislado. Ya en julio pasado, un hombre en Colón, Matanzas, terminó arrestado por pagar con un billete de 100 dólares que supuestamente era falso. El problema: nunca mostraron pruebas y nadie pudo confirmar si el billete era realmente una copia o si el pobre hombre ni siquiera sabía de dónde provenía. Lo mismo pasó en marzo, cuando la Aduana decomisó en Varadero nada menos que 30 mil dólares… ¡de atrezo para cine y videoclips! El régimen lo vendió como un gran golpe contra la falsificación, pero en redes sociales la gente no dejó pasar la burla: confiscaron papel sin valor alguno.
Todo esto pinta un patrón más que claro. Cada cierto tiempo, aparece un operativo con imágenes borrosas y discursos llenos de frases como “golpe certero contra el fraude”. Pero a la hora de mostrar pruebas reales, ahí es donde la historia se queda floja. Y mientras tanto, las detenciones se convierten en titulares que intentan dar la sensación de control, aunque la transparencia brille por su ausencia.
Más allá del espectáculo, hay un punto que sí preocupa: el riesgo que representan los billetes falsos en la vida diaria de los cubanos. En un país donde el dólar es la moneda que manda —tanto en el mercado informal como en las tiendas en MLC—, cualquier transacción es como jugar a la ruleta rusa. Un billete sospechoso puede significar perder lo que ganas en un mes entero de trabajo.
Aunque la Reserva Federal de Estados Unidos mete toda la tecnología posible en los billetes de 100 —marcas de agua, hilos de seguridad, cintas 3D—, la mayoría de los cubanos no tiene acceso a herramientas para verificar si un billete es legítimo o no. Así que todo recae en la confianza, o mejor dicho, en la desconfianza. Y en un mercado tan precario, donde cada peso cuenta, esa incertidumbre es un golpe directo al bolsillo y a la tranquilidad de la gente.
Al final, los titulares se llenan de frases como “cero tolerancia” y “operativos exitosos”, pero lo que queda claro es que en Cuba cada intercambio de dólares se convierte en una jugada peligrosa. Y mientras el régimen siga usando estas historias como trofeos propagandísticos, la vida del cubano de a pie seguirá siendo una apuesta donde siempre se puede perder.