La Habana volvió a temblar, pero no por un sismo, sino por algo mucho más cotidiano en la isla: un derrumbe. Este domingo, en plena calle Sol #466, entre Egido y Villegas, un edificio terminó desplomándose y cobró la vida de una persona. Las autoridades de La Habana Vieja confirmaron el hecho en sus redes sociales, y aunque se presentaron rápido en el lugar, la tragedia ya estaba consumada.
El edificio, según la nota oficial, llevaba años sin condiciones constructivas. Nada nuevo bajo el sol habanero. En el comunicado se asegura que los que vivían ahí lo hacían de forma “ilegal”, incluso después de que supuestamente se les ofrecieran traslados a otros sitios. Una justificación que, lejos de calmar, abre viejas heridas: ¿realmente había alternativas dignas o eran promesas vacías de reubicación?
Las imágenes del derrumbe circularon enseguida en redes, mostrando la crudeza del colapso. Más allá del discurso oficial, lo cierto es que una familia quedó destrozada y una comunidad volvió a sentir el miedo que genera vivir rodeados de ruinas.
Una racha de tragedias que no para
Lo más alarmante es que este hecho no es aislado. En septiembre, La Habana se convirtió en un escenario de colapsos casi semanales. A inicios de mes, en Belascoaín #105, un derrumbe progresivo puso en vilo a decenas de familias que aún esperan una respuesta real de las autoridades. La indignación estalló en redes porque, tras el siniestro, no apareció ningún funcionario a dar la cara.
Unos días después, en San Lázaro, entre Oquendo y Márquez González, se vino abajo parte de un inmueble declarado irreparable. Allí 14 personas quedaron afectadas, justo en medio de los apagones interminables que ya tienen al país contra las cuerdas. Milagrosamente no hubo muertos, pero el susto fue de película.
La lista sigue: en la calle Industria, entre San Rafael y San Miguel, otro derrumbe parcial dejó tres heridos, dos de ellos menores de edad. Y si nos vamos un poco más atrás, en agosto, el desplome en San Rafael y Galiano acabó con la vida de un trabajador del Café Boulevard, atrapado bajo toneladas de escombros.
Un patrón que ya todos conocen
Si juntamos los puntos, el patrón es evidente: edificios centenarios, llenos de humedad, filtraciones y sobrepoblación, abandonados a su suerte por un Estado que solo da “maquillajes de fachada”. Las familias sobreviven como pueden, rezando para que el techo no se les venga encima mientras esperan una ayuda que casi nunca llega.
El derrumbe de este domingo no es solo otra noticia triste. Es el recordatorio de que vivir en La Habana Vieja, Centro Habana o en cualquier barrio con construcciones antiguas es como jugar a la ruleta rusa. Cada día puede ser el último.