La Habana Vieja amaneció este domingo con otra desgracia que se suma a la larga lista de tragedias por el abandono del régimen. Un edificio en la calle Sol #466, entre Egido y Villegas, colapsó a las 9 de la mañana y dejó como saldo la muerte de una persona.
El Consejo de la Administración de La Habana Vieja confirmó la noticia en Facebook, pero como es costumbre, lo hizo con un lenguaje frío y justificativo. Según ellos, el inmueble llevaba “años sin condiciones constructivas” y en el lugar vivían personas “de manera ilegal”, a quienes supuestamente se les habían ofrecido traslados que “no aceptaron oportunamente”.
En otras palabras: la culpa no es del Estado que abandonó el edificio hasta que se vino abajo, sino de las víctimas que no tenían otra opción que arriesgar sus vidas bajo un techo a punto de caer.
Una Habana que se desmorona
El régimen dice “lamentar la pérdida”, pero los hechos hablan por sí solos. Este derrumbe no es un caso aislado. Es parte de una cadena de colapsos que en cuestión de semanas han sacudido la capital, poniendo en evidencia el desastre de la vivienda en Cuba.
A principios de septiembre, en Belascoaín #105, un derrumbe progresivo dejó a decenas de familias viviendo en la incertidumbre. Poco después, en San Lázaro, entre Oquendo y Márquez González, otro colapso parcial afectó a 14 personas, justo en medio de los apagones interminables que azotan a la isla.
En Centro Habana, un desplome en la calle Industria dejó tres heridos, entre ellos dos menores. Y hace apenas unas semanas, en la esquina de San Rafael y Galiano, un derrumbe se tragó la vida de un trabajador del Café Boulevard. Los vecinos lo habían advertido mil veces: ese edificio estaba declarado inhabitable, pero el Estado solo se ocupó de darle una manito de pintura a la fachada para guardar apariencias.