El temporal que azota al oriente cubano ha puesto de rodillas a Guantánamo. En apenas 72 horas han caído más de 650 milímetros de lluvia, lo que provocó la crecida de ríos y fuertes inundaciones en comunidades como Hatibonico, Caimanera e Imías. Lo que en otras partes sería una emergencia atendida con rapidez, en Cuba se convierte en un drama agravado por el abandono del régimen y la precariedad de las infraestructuras.
En Hatibonico, los vecinos aseguran que hacía más de 15 años no veían la cañada de Los Mangos con agua, pero ahora el cauce desbordado obligó a evacuar familias enteras. Algunas ya han regresado a sus casas, aunque la situación sigue crítica, con un apagón que supera las 72 horas y que mantiene a la comunidad a oscuras y sin recursos básicos.
Las imágenes que circulan en redes y en medios locales muestran calles de San Antonio del Sur convertidas en ríos improvisados, con el agua entrando en viviendas, negocios y hasta en instalaciones públicas. Los pobladores, sin más opción, se han desplazado a zonas altas mientras brigadas de rescate intentan controlar el desastre.
El municipio de Imías permanece incomunicado por la crecida del río Sabanalamar, mientras en San Antonio del Sur se reportaron más de 120 milímetros de lluvia en solo tres horas. Los propios medios oficialistas han tenido que reconocer que “extremar las medidas es lo mínimo que se puede hacer”, aunque la realidad es que el Estado carece de una infraestructura sólida para enfrentar fenómenos de este tipo.
La crisis obligó a suspender las clases en todas las escuelas de Guantánamo y a interrumpir las actividades de la Universidad de Oriente. El miedo a deslizamientos de tierra y nuevos derrumbes está más que justificado: hace apenas unas horas colapsó parte del Centro Escolar Wilfredo Gonce Cabrera, en Caimanera, un hecho que revela el deterioro alarmante de la infraestructura escolar en la isla. Por suerte no hubo heridos, pero el susto y la indignación quedaron sembrados en la comunidad.
Todo este panorama ocurre bajo la sombra de la tormenta tropical Imelda, que, según el INSMET, seguirá descargando lluvias intensas en la región oriental. Pero el verdadero drama es que cada vez que la naturaleza golpea, el pueblo queda a merced de un Estado incapaz de responder con eficacia, atrapado entre apagones, derrumbes y la ausencia de soluciones reales.
Hoy, cientos de familias guantanameras viven con la incertidumbre de hasta dónde subirá el agua. En un país donde sobrevivir al mal tiempo no debería ser una odisea, la gente se aferra a lo único que le queda: salvar la vida por sus propios medios, mientras la dictadura mira desde arriba y repite el mismo discurso vacío de siempre.