Matanzas vuelve a ser escenario de una tragedia que sacude a todo el país. Esta vez, la noticia llega desde Torriente, en el municipio Jagüey Grande, donde un hombre con un historial delictivo bastante largo terminó detenido tras asesinar a su expareja en un nuevo caso de violencia de género. Su nombre es Jeovanis Rodríguez Mustelier, y lo que se sabe de él no pinta nada bien.
De acuerdo con publicaciones en redes sociales de la página oficialista Con Todos La Victoria, el crimen tuvo un trasfondo pasional. La víctima, identificada después por colectivos feministas como Yarisleidis Reyes Alfonso, murió tras recibir múltiples heridas mortales causadas con un arma blanca. Un final que se pudo evitar si las señales de peligro hubieran sido tomadas en serio mucho antes.
Las autoridades informaron que al momento de la captura lograron ocupar el arma con la que Rodríguez Mustelier cometió el crimen, y ya se encuentra bajo proceso judicial. Pero la pregunta que muchos se hacen es: ¿cómo un hombre con semejante historial seguía en la calle?
Porque sí, el detenido no es ningún desconocido. Rodríguez Mustelier tenía un largo expediente criminal: robo con violencia, violación, desobediencia, lesiones… prácticamente un catálogo completo de delitos. Y para colmo, en junio pasado había sido sorprendido en Torriente cargando sogas, un machete, lazos de acero y hasta una lima. En aquella ocasión, se dijo que preparaba un posible ataque contra ganado. Fue arrestado, pero poco después estaba de vuelta en la calle. Y ahora estamos hablando de un feminicidio.
El caso de Yarisleidis no pasó desapercibido para las organizaciones feministas independientes en Cuba, que la incluyeron en el registro de mujeres asesinadas por violencia machista. Este conteo lo lleva la sociedad civil porque el Estado cubano no publica estadísticas oficiales sobre feminicidios, ni siquiera reconoce este término en su Código Penal.
Lo alarmante es que este crimen no fue un hecho aislado. Solo el 30 de septiembre se reportaron dos feminicidios en distintas provincias de Cuba, incluyendo el de Torriente. La cifra sigue creciendo y las historias se repiten con un patrón dolorosamente común: mujeres sin protección, agresores reincidentes, y un sistema incapaz de garantizar seguridad real.
Mientras tanto, en cada publicación sobre estos hechos, los perfiles oficialistas repiten el lema de “tolerancia cero”. Sin embargo, esa consigna se estrella contra la dura realidad: un sistema judicial y policial que no logra prevenir la violencia de género ni proteger de verdad a las mujeres en riesgo.
La muerte de Yarisleidis Reyes Alfonso es otra muestra de la desprotección en la que viven miles de cubanas. Su historia no debería sumarse a una lista cada vez más larga, pero tristemente lo hace. Y lo peor es que, sin cambios profundos, no será la última.
En Matanzas, este caso se suma a otro reciente: el arresto de Williams Fundora Aldazabal, señalado como presunto responsable de un ataque violento contra su expareja. Todo parece indicar que la violencia machista sigue ganando terreno, mientras las soluciones reales siguen pendientes.