En Cuba uno ya no sabe si reír o llorar con las noticias. Resulta que en Sancti Spíritus, el Ministerio del Interior (MININT) organizó nada menos que un acto político para devolverle a una anciana de 73 años unos cuantos objetos robados en su propia casa. Sí, lo que en cualquier parte del mundo sería un trámite rutinario de la policía, en la isla se convierte en un espectáculo con cámaras, discursos y hasta aplausos.
La historia ocurrió en el consejo popular Simón Bolívar, en Yaguajay. Según la prensa oficial, el ladrón, un hombre de 39 años, entró en la vivienda rompiendo la persiana y se llevó lo que pudo. Luego lo agarraron y confesó haber movido parte del botín hasta Caibarién. Nada fuera de lo común: un caso policial que se resuelve y se devuelven las pertenencias. Pero en Cuba, hasta eso se convierte en “mérito revolucionario”.
El famoso “acto público” no podía faltar. Allí estaban los vecinos de la comunidad, efectivos del MININT y, por supuesto, las cámaras de CentroVisión Yayabo, porque la cosa había que dejarla registrada para la posteridad. ¿Y cuáles eran los objetos que ameritaron tanto despliegue? Una hornilla eléctrica de inducción, dos controles remotos y una bombilla. Sí, leíste bien: una bombilla.
La anciana, emocionada, declaró a la prensa oficial: “Me siento muy contenta, muy agradecida del trabajo que han hecho. Ha sido maravilloso y rápido”. Y no es para menos: cualquiera se alegra de recuperar lo suyo. Lo que causa ruido no es el agradecimiento de la señora, sino la manera en que el gobierno convierte algo tan básico en un acto de propaganda.
Y ojo, no es la primera vez que pasa. En Santiago de Cuba, la policía organizó un acto para devolver siete motos y piezas robadas, todo enmarcado en la “Jornada Nacional contra el delito”. En Granma, en el municipio de Río Cauto, devolvieron públicamente un tanque plástico robado a una familia. Y en Las Tunas, el show incluyó celulares y una moto. Siempre con cámaras, funcionarios y mucho bombo.
Estos eventos no han pasado desapercibidos en redes sociales, donde muchos los critican como lo que son: intentos de disfrazar un procedimiento policial ordinario como si fuera un triunfo político. Porque al final, ¿qué mérito tiene devolverle a la gente lo que nunca debieron perder en primer lugar? Eso, señores, debería ser lo normal en cualquier sistema de seguridad ciudadana.
En resumen: mientras en otros países la devolución de objetos robados se maneja con discreción, en Cuba se convierte en un espectáculo político. Una bombilla recuperada puede terminar con titulares, aplausos y funcionarios orgullosos. Y mientras tanto, el pueblo sigue lidiando con robos, escasez y la eterna propaganda que lo quiere pintar todo como una victoria.
