Cuba amaneció sumida en una nueva crisis eléctrica, con apagones masivos que paralizaron buena parte del país y un déficit de generación que rozó los 1,900 megavatios, una cifra que evidencia el desastre absoluto del Sistema Eléctrico Nacional (SEN).
El propio Ministerio de Energía y Minas (MINEM) reconoció que la situación es crítica. Según explicaron, junto a la Unión Eléctrica (UNE) y la estatal Cuba-Petróleo (CUPET), se están aplicando “medidas de emergencia” para contener un sistema que prácticamente se les fue de las manos, hundido entre averías, falta de combustible y equipos que ya no dan más.
En una entrevista transmitida por la televisión nacional, el ministro Vicente de la O Levy trató de justificar lo injustificable. Admitió que los apagones de las últimas horas “fueron superiores a lo previsto”, y que el SEN estuvo “al borde del colapso total” tras la salida simultánea de tres plantas que provocaron la pérdida de más de 270 MW.
“Estuvimos a punto de que el sistema se viniera abajo otra vez”, dijo el funcionario, como si eso no fuera lo que ocurre cada semana. Aseguró que actuaron “de forma inmediata” para evitar el desplome, pero reconoció que fue “una noche muy tensa”, otro eufemismo para no decir que millones de cubanos pasaron la madrugada sin luz, sin agua y sin aire.
El combustible: el eterno cuento del gobierno
De la O Levy culpó a la falta de combustible del empeoramiento de la crisis, al confesar que las reservas se agotaron y más de 600 MW de generación distribuida quedaron fuera de servicio. Eso, dijo, impactó también en el transporte, los servicentros y hasta las terminales de ómnibus.
Según el ministro, ya se localizó “una nueva partida de combustible” que comenzó a repartirse en La Habana, Matanzas y Santiago de Cuba. Sin embargo, admitió que no alcanza ni para todo el mes de octubre. En sus propias palabras: “Tenemos para pocos días, y en ese tiempo debemos encontrar una solución”. Lo de siempre: un parche momentáneo para tapar un agujero que no deja de crecer.
Termoeléctricas al borde del colapso
El panorama en las centrales térmicas tampoco mejora. En la planta Renté, en Santiago de Cuba, ninguna unidad está en funcionamiento por la avería de un transformador. En la Diez de Octubre, en Nuevitas, los problemas en los sistemas de agua la mantienen a medio operar.
Mientras tanto, los mantenimientos eternos en Santa Cruz del Norte y Cienfuegos siguen restando capacidad de generación. El ministro pasó por alto los incendios, accidentes y muertes laborales que han marcado la historia reciente del sistema eléctrico cubano, limitándose a reconocer “limitaciones logísticas” y “baja reserva operativa”. En buen cubano: todo está roto y no hay con qué arreglarlo.
Apagones “organizados” y promesas recicladas
De la O Levy anunció un nuevo “esquema de rotación más preciso” para La Habana, con bloques de apagones de cuatro horas a partir de las 10 de la mañana. Según él, el objetivo es “cumplir con la programación”, porque la gente “se frustra” cuando no sabe cuándo se va ni cuándo vuelve la corriente.
“El apagón molesta, pero si se cumple el horario, se tolera mejor”, dijo el ministro, ignorando el hecho de que hay provincias que pasan más de 20 horas diarias sin electricidad. Una burla descarada a un pueblo que lleva años cocinando con velas y durmiendo en el sofocante calor por culpa de un sistema obsoleto.
