Los técnicos de la Central Termoeléctrica Antonio Maceo, mejor conocida como Renté, en Santiago de Cuba, siguen dándole vueltas al asunto sin lograr encontrar el origen de la falla que dejó fuera de combate varias unidades y mantiene al Sistema Electroenergético Nacional (SEN) tambaleando, como casi siempre.
El propio director de la planta, Jesús Aguilar Hernández, salió en la televisión local a decir que “no hubo incendios en las instalaciones”, aunque reconoció que la falla eléctrica sigue sin resolverse. Según él, los especialistas andan en “inspecciones y diagnósticos” tratando de devolverle la vida a la termoeléctrica.
“Estamos haciendo un análisis detallado para encontrar las causas del problema. Todo el equipo técnico está concentrado en restablecer la operación lo antes posible”, aseguró Aguilar en declaraciones al canal provincial Tele Turquino.
Sin embargo, sus palabras no coinciden del todo con la versión que dio la Unión Eléctrica (UNE), que un día antes habló de una falla en la línea de 6 kilovoltios de la unidad cuatro, la cual habría provocado una baja técnica y un incendio que, según dijeron, fue controlado por la brigada interna y los bomberos. Lo curioso es que no aclararon la magnitud de los daños ni cuánto tiempo demorará la reparación, dejando a todos con la misma incertidumbre de siempre.
Renté no arranca y los apagones revientan al oriente cubano
El panorama en Santiago de Cuba es el reflejo de un país entero que vive apagado y cansado. La unidad seis, que había sido sincronizada apenas un día antes, volvió a salir de servicio, y la unidad tres también cayó el miércoles a las 6:49 p.m., apenas una hora y media después de haber sido incorporada al sistema.
Todo parecía una buena noticia cuando, a las 5:38 p.m., se anunció que Renté volvía a generar electricidad para el oriente del país. Pero fue puro espejismo: la alegría duró menos que un alumbrón en La Habana.
El propio Aguilar había explicado que las unidades tres, cinco y seis estaban detenidas por las fuertes lluvias recientes, mientras las brigadas intentaban arrancar una de ellas para aportar unos 50 megawatts al sistema. Al final, lo consiguieron un día después, pero la estabilidad duró lo que un caramelo en la puerta de un colegio.
Un sistema en ruinas y un pueblo al límite
Mientras los funcionarios repiten su discurso de que “no hay consecuencias graves”, la realidad en las calles es otra: los apagones se multiplican y ya hay zonas con cortes de más de 20 horas diarias. Apenas unos minutos de luz son motivo de celebración en los barrios, donde la gente ya habla de los “ratitos de alumbrón” como si fueran milagros.
“Consecuencias graves sí hay”, soltó un usuario en redes sociales. “Una ciudad oscura y un pueblo que no aguanta más”.
Y es que los cubanos están hartos de los parches, de las promesas vacías y de las justificaciones que nunca faltan. Vecinos denuncian equipos mal reparados, falta de combustible, piezas recicladas y una vida cotidiana que se vuelve insostenible entre la oscuridad, el calor, el hambre y la desesperanza.